torax

Se denomina pectus excavatum o pectus carinatum a las malformaciones congénitas de la parrilla costal. El pectus excavatum se caracteriza por el hundimiento del esternón; mientras que en el pectus carinatum, el hueso protruye. Su incidencia es cercana 1 de cada 700- 1000 nacidos vivos y se ve más en hombres que en mujeres.

Debido a que esta malformación no tiene consecuencias funcionales la cirugía solo se recomienda por motivos estéticos ligados a las vivencias que experimentan los portadores de esta malformación. A menudo, los pacientes se sienten menoscabados sicológicamente producto de su apariencia y evitan realizar actividades en las que deban exhibir el torso, provocando aislamiento social. La recomendación, sin embargo, es realizar la intervención una vez que la parrilla costal termine su crecimiento, alrededor de los 13- 14 años, ya que si se realiza antes existen mayores riesgos de recidiva producto del potencial de crecimiento residual del esqueleto.

Existen básicamente dos técnicas quirúrgicas para la corrección del pectus. Una es la denominada técnica de Ravitch que consiste en cirugía abierta. En ella, se realiza una incisión en la zona anterior del tórax y se resecan los cartílagos de las costillas a ambos lados para fracturar el esternón y luego fijarlo con diferentes materiales en la nueva posición. La otra alternativa corresponde a la cirugía de Nuss y está clasificada como un procedimiento mínimamente invasivo. Se realiza una incisión a un lado del tórax para introducir una cámara, y luego insertar un instrumento largo que, tras pasar bajo el esternón, se extrae por el lado contrario, atravesando al paciente. Una vez que el túnel está preparado se retira el instrumento, dejando una cinta que marcará el camino por el que debe pasar la prótesis. A esta guía se le amarra una barra de titanio pre modelada por el cirujano en el exterior. Poco a poco se introduce siguiendo el camino trazado por la cinta y guiado por video toracoscopía. La prótesis tiene la convexidad normal del tórax por lo que, al girarla en 180 grados, el esternón se levanta desapareciendo el hundimiento. La barra queda fija a las costillas, como si fuera un frenillo, y el paciente debe permanecer con ella tres años. Una vez cumplido el plazo hay que retirarla en un procedimiento habitualmente corto y sin incidentes. Cuando esta cirugía se realiza a fin de resolver pectum excavatum, se denomina procedimiento de Abrahmson.

Las complicaciones asociadas a ambos tipos de cirugía se refieren a sangrado e infección de la herida operatoria. Además, con la técnica de Nuss se ha descrito riesgo de lesión en el corazón debido al paso de la barra, infección de la prótesis y desplazamiento de la misma. La recidiva también es uno de los riesgos, pero más frecuente en la cirugía de Ravitch con tasas que van entre el 15 a 20% de los pacientes operados.

El manejo post operatorio consiste en hospitalización durante aproximadamente una semana, con terapia para calmar el dolor que incluye el suministro de morfina por algunos días y luego, analgésicos según necesidad. El paciente puede regresar a su actividad normal 15 días después de ser intervenido, con cuidados de reposo relativo y evitando los golpes. La actividad deportiva puede retomarse a los 2 meses. Los controles con el cirujano se realizan semanalmente durante el primer mes; luego, 1 vez al mes, por 3 meses y a los 6 y 12 meses a fin de descartar complicaciones tardías. El paciente de la cirugía de Nuss es dado de alta una vez que se le retira la barra. Mientras que los pacientes sometidos a la cirugía de Ravitch continúan con controles hasta los 12 o 18 meses post intervención.

 

 

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Se define neumotórax como la entrada de aire en la cavidad pleural. El pulmón no está desnudo, sino cubierto por una membrana llamada pleura. Ella lo envuelve en un espacio cerrado, de forma tal de que si se lesiona el órgano y pierde aire, este se acumula produciendo presión contra el pulmón, porque el tórax no es expandible.

Es una de las enfermedades que tiene riesgo vital inminente. Los síntomas incluyen la sensación de falta de aire, y dolor punzante dentro del tórax, a cualquiera de los dos lados. La dificultad respiratoria es progresiva, es decir, una vez que comienzan los indicios de dolor y sensación de ahogo no desaparecen, por el contrario, se hacen cada vez más fuertes.

Lo habitual es que, producto de las molestias, los pacientes consulten en el servicio de urgencia. Dependiendo de la intensidad de la lesión pueden hacerlo a las pocas horas desde que se inicia el cuadro, o hasta dos o tres días a partir del momento en el que aparecieron las molestias, dependiendo del flujo de aire que salga desde el pulmón. El diagnóstico clínico es fácil y se confirma con una radiografía de tórax en la que se ve de forma evidente el aire acumulado. Para solucionarlo, se pincha la pleura a fin de descomprimir el pulmón. Una vez que se realiza la descompresión desaparece el riesgo vital.

Los neumotórax espontáneos se clasifican en primarios y secundarios. Los primarios se dan en pacientes sin lesiones pulmonares ni otras enfermedades conocidas. Generalmente se producen en adolescentes altos y flacos, con una mayor incidencia en hombres que en mujeres. Al examinar el pulmón de estos pacientes se observan blebs que son pequeñas ampollas de aire, de entre 8mm a 1 cm de diámetro ubicados, la mayoría de las veces, en el vértice del lóbulo superior o en el vértice del lóbulo inferior. Al reventar producen neumotórax.

Los secundarios por su parte, se producen en pacientes con daño pulmonar producto de malformaciones o enfermedades tales como el asma, la tuberculosis y el daño crónico por tabaco. En ellos se ven grandes estructuras cavernosas llamadas bulas. Estas corresponden a burbujas de gran tamaño las que al reventarse, filtran una cantidad importante de aire hacia la cavidad pleural.

Los neumotórax espontáneos tienen alta probabilidad de volver a aparecer por lo que la norma americana aconseja que, en el primer episodio, solamente se realice drenaje del aire a través de un tubo. Si el cuadro se repite, es necesario extraer el pedazo del pulmón en el que se encuentran los blebs (vértices de los lóbulos superiores o inferiores). Sin embrago, en nuestro país el manejo se realiza a través de cirugía desde el primer episodio. Debido a la diversidad de nuestra geografía, es impensable dejar a un paciente en riesgo sin operar. La probabilidad de que el cuadro reaparezca en algún lugar que no cuente con la adecuada infraestructura para intervenir es bastante elevada, poniéndolo en riesgo vital.

La cirugía es simple y se hace por vía toracoscópica, de forma mínimamente invasiva. Se entra por entremedio de las costillas con pequeños trocares de 5mm que una vez adentro se dilatan al diámetro de un dedo pulgar. Por ese mismo defecto se introduce un stappler que pone una triple línea de corchetes a cada lado de la línea de corte, con el propósito de que luego de que sea retirado el segmento de pulmón no filtre sangre, mucosidad ni aire, quedando ambos extremos sellados y sin necesidad de suturas. La operación es muy simple y tiene una duración aproximada de 45 minutos. No hay sangrado ni necesidad de romper costillas. La intervención quirúrgica termina con una pleurodesis. A través de este mecanismo se logra que la parrilla costal se vuelva adherente, producto de que se quema con electricidad o se erosiona mecánicamente. Así, en caso de que reaparezca el neumotórax, el pulmón no colapsará sino que quedará afirmado de las costillas, lo que disminuye el riesgo vital.

El paciente queda hospitalizado en la UCI 24 a 48 horas post operación para poder manejar el dolor que provoca la pleurodesis. Además, se deja un tubo pleural como mecanismo de seguridad por si filtrara sangre o aire. Después de este periodo se analiza si es pertinente retirar el tubo. De ser oportuno, el paciente puede ser dado de alta, de lo contrario, pasa a pieza hasta que el cirujano esté seguro de que los riesgos post operatorios han desparecido.

La recuperación es paulatina y el niño puede volver a sus actividades una semana después de la intervención, pero con bastantes cuidados y sobre todo sin verse expuesto a traumatismos, puesto que cualquier golpe podría causarle un nuevo neumotórax. El paciente está completamente sano dentro de un mes o 45 días. Pasado este periodo puede volver a hacer deportes y una vida normal.

 

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Las malformaciones pulmonares congénitas corresponden a alteraciones en el desarrollo del brote pulmonar durante el proceso embrionario. Dependiendo tanto del momento gestacional en que se produce la lesión, como del lóbulo que se ve afectado, se relaciona con determinadas patologías.

 

Si bien la tasa de incidencia de estas malformaciones es baja, calculando alrededor de 1 cada 5000 recién nacidos vivos, éstas se pueden manifestar a cualquier edad. Los pacientes pueden presentar síntomas de dificultad respiratoria desde el nacimiento, o bien, ser asintomáticos durante largos periodos, e incluso, si la malformación es lo suficientemente leve, toda la vida.

El diagnóstico prenatal de las malformaciones pulmonares se ha visto incrementado debido al uso frecuente de ecografías de alta calidad. El avance tecnológico y la capacitación del personal a cargo han hecho posible que se pueda pesquisar cualquier anormalidad en el desarrollo fetal. Sin embargo, el tratamiento no necesariamente se realiza durante el embarazo, excepto en casos en el que el tamaño de la lesión pueda comprometer la sobrevida del feto. En caso de necesitar alguna intervención, el mayor riesgo está dado por la inmadurez pulmonar fetal, por la posibilidad de que se desencadene un trabajo de parto prematuro, y los pulmones no están preparados para funcionar aún. De todas maneras, con el diagnóstico, se puede acudir a un cirujano infantil quién guiará a los padres en el proceso y les permitirá tener claridad, pero, sobre todo, tranquilidad ante el futuro del recién nacido.

Entendiendo entonces que la malformación pulmonar se refiere a que un segmento del pulmón detiene su desarrollo, a pesar de que sigue creciendo, y tomando en cuenta la etapa embrionaria en la que este fenómeno ocurre, podemos clasificar el tipo de lesión en:

Enfisema lobar congénito: Es una patología en la que existe destrucción de la arquitectura normal del pulmón con aumento de la cavidad aérea. Los alvéolos se rompen y quedan como alvéolos más grandes con tabiques incompletos. Sin embargo, no hay una destrucción ni autoinmune, ni tóxica, sino que hay un atrapamiento aéreo que produce ruptura de los tabiques más delgados. Esto hace que el lóbulo sea más grande de lo normal.

El diagnóstico es radiográfico y se comprueba un pulmón alterado, que en la radiografía se ve más negro, y de un tamaño superior. Esta situación puede causar compresión en el resto de los lóbulos del órgano afectado y, por lo tanto, dificultad respiratoria. El enfisema lobar congénito se desarrolla en el lóbulo superior y es más frecuente encontrarlo en el lado derecho que en el izquierdo.

Solo los pacientes diagnosticados con enfisema lobar congénito y que tienen dificultad para respirar desde el nacimiento son candidatos para realizar una cirugía. El resto de los niños que sufren de esta malformación, pero no presentan síntomas al nacer, deben ser estudiados periódicamente a fin de ir analizando la evolución y crecimiento pulmonar, si este se desarrolla bien, la intervención quirúrgica es discutible.

Secuestro pulmonar: Es una malformación congénita caracterizada por una falla en la irrigación de un segmento del pulmón que, en vez de venir de la arteria pulmonar y tener función pulmonar, viene de la aorta y no tiene función de intercambio gaseoso. Este lóbulo mal formado, muchas veces, ni siquiera tiene conexión con el árbol bronquial, por lo que no tiene comunicación con la vía aérea.

La historia habitual de un paciente con secuestro pulmonar es la de una neumonía que no se mejora en la radiografía a pesar del tratamiento antibiótico. Esa neumonía se produce porque el pulmón no tiene la capacidad para funcionar con la presión de la aorta, puesto que es mucho más alta que la presión de la arteria pulmonar. Entonces, ese segmento del pulmón está siempre edematoso, provocando daño y complicaciones a largo plazo. Por eso, la indicación siempre es quirúrgica.

Los secuestros pulmonares se dividen, por una parte, en intralobares, en los que la arteria anómala entra en el pulmón de forma habitual comunicándose con los bronquios, por lo que la malformación queda oculta. En este escenario, el lóbulo tiende a infectarse producto del edema constante que hace imposible la defensa contra los microorganismos. Por otra parte, existen los secuestros extralobares que conforman un tejido independiente del pulmón, como si fuera un lóbulo adicional. El comportamiento de éste se puede presentar como una insuficiencia cardíaca producto de que la sangre irrigada desde la aorta debiera ir a otros órganos, lo que debilita el funcionamiento sistémico.

En ambos casos, la indicación es quirúrgica producto de que el secuestro corresponde a un tejido anormal que puede ser el origen de enfermedades como cáncer bronquial. Al estar escondido y mal irrigado puede producir una serie de problemas, por lo que se recomienda sacarlo siempre.

Malformación congénita de la vía aérea pulmonar (MCVAP): Son alteraciones del desarrollo pulmonar en las que los alvéolos, en vez de multiplicarse durante la etapa de formación, empiezan a crecer y a producir quistes. Si este fenómeno ocurre en periodos embrionarios tempranos, comprometen a todo el pulmón, presentando microquistes llenos de líquido que hacen que el tejido sea duro y no permeable. Si, por el contrario, la multiplicación se detiene en etapas más avanzadas del embarazo la formación de quistes sólo compromete a determinado segmento pulmonar y el tamaño de estos será más grande.

La indicación para las malformaciones congénitas de la vía aérea pulmonar es quirúrgica y generalmente se reseca el lóbulo completo en el que se encontraban los quistes ya que la existencia de este tejido anómalo puede ser el origen de tumores o de sobreinfección. Los pacientes diagnosticados con MCVAP debieran ser periódicamente estudiados con radiografía y scanner para determinar el estado pulmonar y realizar los procedimientos adecuados de prevención.

La intervención quirúrgica de cualquiera de los diagnósticos de malformación pulmonar puede realizarse tanto de forma tradicional abierta como toracoscópica. La primera consiste en hacer una incisión en la pared torácical y extraer el lóbulo dañado y, la segunda, en introducir pequeños trocares para resecar el segmento afectado. La vía mínimamente invasiva tiene una mejor recuperación y tiempo de hospitalización abreviado.

 

 

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Corresponde a una enfermedad provocada por un desequilibrio en el sistema nervioso simpático que forma parte del sistema autónomo. Se caracteriza por una excesiva producción de sudor, desproporcionada para la temperatura ambiental y a la actividad física del paciente. Esto hace que sus relaciones interpersonales se vean afectadas producto de la inseguridad que conlleva el estar con la cara, manos, axilas o pies, permanentemente húmedos.

Todas las personas transpiran normalmente si enfrentan situaciones de estrés, realizan ejercicio o hace mucho calor. Esto se debe a que el sudor es el mecanismo natural que tiene el cuerpo para regular la temperatura, sin embargo, hay pacientes en los que sin importar la actividad o si hace frío o calor, secretan más cantidad de sudor que el resto de sus pares. Dicha condición puede afectar su calidad de vida ya que, quien la sufre, percibe sus manos húmedas como un problema, dificultando la vida social, personal y laboral. La necesidad de sentirse seco provoca estrés y, muchas veces, retraimiento social.

La hiperhidrosis tiene una tasa de incidencia cercana al 3 por ciento y la padecen de igual forma hombres y mujeres. Se ha estudiado que existe un importante factor genético, y por lo que podría ser una condición heredada. El paciente se hace consciente del problema, habitualmente, una vez que entra en la pubertad. Hasta ese momento recuerda sensación de humedad permanente, pero sin asociarla a problemas mayores. Un porcentaje importante de pacientes supera el cuadro cuando logran madurar y perder la ansiedad por el contacto social. Hasta entonces, la gran interrogante es cómo ayudar a un adolescente a que se desarrolle normalmente si le sudan la cara, axilas, manos y pies.

Existen diversos tratamientos cuya efectividad dependerá del grado de hiperhidrosis que tenga el paciente. En casos leves y moderados bastará con la aplicación de antitranspirante en manos, plantas y axilas. Estas sustancias bloquean momentáneamente el poro impidiendo que exude. La superficie se seca y al cabo de algunos días se descamará, momento en el que se debe volver a aplicar el producto. Otra alternativa consiste en la aplicación de iontoforesis. En la consulta del médico, el paciente mete las manos a un recipiente con agua por el que pasan pequeñas descargas eléctricas bloqueando los poros. Esta solución dura cerca de diez días, luego se debe repetir el tratamiento. La solución más efectiva y duradera es, sin embargo, la cirugía, esta se denomina Simpatectomía.

La Simpatectomía es una cirugía que se realiza con anestesia general. En ella se busca cauterizar los ganglios responsables del exceso de sudoración de la cara, axilas y palmas. Estos se encuentran en el sistema simpático intratorácico, a ambos lados de la columna. El mecanismo consiste en realizar pequeñas incisiones a nivel axilar y cauterizar la parte de la cadena simpática que regula la transpiración. La hospitalización de este procedimiento es abreviada, el paciente permanece cerca de 6 u 8 horas en el centro de salud hasta chequear, por medio de una radiografía, que no haya quedado aire alrededor de los pulmones, evitando así, una complicación tardía.

A pesar de que la simpatectomía termina con el problema social del paciente, es importante tener en cuenta que el cuerpo necesita seguir eliminando el sudor, por lo que no es infrecuente que aparezca sudoración compensatoria. Como la cirugía limita canales para transpirar, el cuerpo debe buscar vías alternativas que le permitan termo regularse en caso de fiebre o calor y, generalmente, se liberará a través de los muslos o la zona lumbar. Si bien este fenómeno es socialmente menos limitante, en un porcentaje bajo se presenta de forma severa (10 por ciento). Es necesario tener en cuenta que mientras más niveles se bloqueen en la cirugía, mayor será el riesgo de que exista sudoración compensatoria.

Si bien la corrección de la hiperhidrosis palmar y axilar no tiene mayores complicaciones, la simpatectomía facial podría incluir riesgo de padecer síndrome de Claude Bernard Horner. Su causa sería una lesión en el ganglio estrellado que afecta al nervio simpático de la cara y cuyos síntomas están caracterizados por pupilas contraídas, párpados caídos y sequedad de las mucosas faciales. La hiperhidrosis plantar rara vez es tratada quirúrgicamente ya que los ganglios que regulan la sudoración de esa zona se encuentran ubicados en la zona plexo lumbar, en íntimo contacto con los nervios que mantienen la inervación y funcionamiento automático de la zona genital, por lo que las probabilidades de dejar secuelas son altas.

Si bien los pacientes en general manifiestan mucha satisfacción después de la cirugía, es importante conversar con el cirujano infantil todas las opciones disponibles. La simpatectomía es una solución viable solo para niños mayores de 12 años que tienen juicio de realidad y reconocen porqué puede serles útil el procedimiento. Es importante que puedan definir, en conjunto con sus padres y el médico, cuán intenso es el nivel en el que la hiperhidrosis les está afectando socialmente y corregir solo ese, ya que, tal como se mencionaba, mientras más zonas se bloqueen, mayor será el riesgo de que exista sudoración compensatoria por otras vías.

 

 

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Se entiende por estenosis cualquier estrechamiento de un conducto que puede tener una causa congénita o adquirida. En el caso de la estenosis de la vía aérea la constricción se produce en algún punto de la tráquea, habitualmente por debajo de la laringe.

La tráquea es un tubo flexible, compuesto de tejido cartilaginoso, que posee entre 17 a 20 arcos los que puestos ordenadamente hacen que la pared posterior solo contenga músculo, conformando la pared membranosa.

Los casos de estenosis traqueal congénita son bastante infrecuentes, con una incidencia que se estima de 1 cada 64.000 niños nacidos vivos. Sus causas están dadas por la presencia de un número variable de anillos traqueales completos que estrechan el paso del aire a través de este lumen o tubo, ocasionando dificultad respiratoria en diferentes grados o, también, por una malformación que un 50 a 70% de los casos tiene asociada alguna otra malformación, generalmente, cardiovascular que se produce en etapas tempranas de la gestación.

Su clasificación, según Antón-Pacheco se divide en leve, que corresponde a un 31 por ciento de los casos y se presenta de forma asintomática; moderada, con una incidencia de 46 por ciento de los pacientes que no tienen dificultad respiratoria y, finalmente, las severas que ocurren en el 23 por ciento restante, quiénes presentan dificultad para respirar desde el nacimiento.

La corrección de la estenosis congénita va a depender de lo severo del cuadro y de las malformaciones asociadas. Frecuentemente, necesita de circulación extracorpórea para repararla.

La forma más común de la enfermedad es la adquirida. Esta se produce como consecuencia de una intubación o traqueostomía. La herida que deja el tubo en la tráquea, producto del apoyo, comienza a cicatrizar provocando un estrechamiento del lumen que impide al paciente respirar de forma adecuada. Dependiendo del grado de constricción que presente la tráquea se clasifica el nivel. La escala más utilizada es la del doctor Cotton, que establece cuatro categorías.

Grado I: 1-50% de reducción del diámetro

Grado II: 50- 70% de disminución del diámetro

Grado III: Entre 71- 99% de estrechez del diámetro

Grado IV: 100%. Es decir, la tráquea en esa porción se encuentra completamente cerrada.

Las estenosis de tipo I y II generalmente son de diagnóstico accidental ya que no tienen síntomas asociados. En cambio las de tipo III o IV deben ser tratadas debido a que provocan dificultad respiratoria producto de un estrechamiento significativo de la vía aérea. Un paciente diagnosticado de grado III probablemente se agrave con un resfriado ya que cualquier hinchazón de la mucosa provocará una disminución aún mayor del diámetro traqueal lo que traerá consecuencias graves en el flujo respiratorio.

El tratamiento es quirúrgico y existen diferentes técnicas para su reparación dependiendo del grado diagnosticado, sin embargo, las I y II generalmente no se tratan. Las cirugías más utilizadas son el injerto de cartílago y la resección laringo-traqueal.

Injerto de cartílago: Se abre la tráquea en la zona estrecha, resecando el tejido cicatricial, luego se inserta un tubo del calibre necesario para reparar el daño. Producto de esta intervención queda un defecto que se asemeja a la figura de un bote en la zona que estaba estrecha. Para solucionarlo, se tapa con un injerto de cartílago extraído desde las costillas que se sutura sobre la tráquea verificando que no exista filtración de aire.

Resección laringotraqueal .Es una cirugía mayor ya que consiste en la resección de gran parte de la zona estrecha de la tráquea. Puede ser parcial o completa, dependiendo de la cantidad de tráquea extirpada. En los casos completos se extrae toda la parte superior del tubo y, la parte baja que se encuentra en el tórax, se estira para suturarlo a la laringe. En caso de que el trayecto no sea del largo necesario se puede soltar la laringe para bajarla hacia el tórax o bien, soltar los hílios pulmonares (el origen de los pulmones) para llevar el bloque del corazón y los pulmones hacia arriba.

Los pacientes con diagnóstico de estenosis adquirida, generalmente quedan traqueostomizados y el éxito de la cirugía se mide en el porcentaje de decanulación, es decir, independizarse de la traqueostomía después de la reconstrucción. Con la selección apropiada del tratamiento entre el 70 y 95 por ciento de los pacientes logran este objetivo. Si el diámetro traqueal queda de una amplitud adecuada, confirmado mediante una broncoscopía rígida se retira el tubo y el paciente retoma su vida habitual. A veces, no está claro si el diámetro quedó estable o si la herida volverá a cicatrizar obstruyendo el lumen traqueal por lo que se deja traqueostomía de protección dos o tres semanas más. Si no se logra comprobar el éxito del procedimiento el paciente queda traqueostomizado.

Una adecuada prevención y el diagnóstico precoz logran que el pronóstico sea excelente, con un índice de mortalidad que varía entre el 3 y el 7 por ciento. La estrategia consiste en descartar estenosis en cada uno de los pacientes que hayan sido intubados recientemente, por periodos superiores a los 15 días, y que tengan estridor o dificultad para respirar una vez que se haya retirado el tubo.

 

 

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La biopsia pulmonar consiste en un procedimiento mediante el que se obtiene una pequeña porción de tejido del pulmón que luego es analizado bajo el microscopio. Su utilidad es netamente diagnóstica y se requiere para confirmar o descartar algún tipo de cáncer, así como también, enfermedades de origen micótico dentro del pulmón e, incluso, algunas patologías en las que el comportamiento clínico podría corresponder a dos o más opciones y los exámenes a través de imágenes no son suficientes para determinarla.

El primer paso consiste en realizar un escáner al paciente. El cirujano, a través de las imágenes, puede determinar qué porción pulmonar es la más adecuada para extraer, eligiendo algún territorio que esté comprometido y cuya muestra pueda ser significativa para la confirmación de la enfermedad que se sospecha.

Una vez que se ha determinado qué tejido se va a extraer, el paciente es llevado a pabellón. Ahí recibe anestesia general y se somete a un procedimiento mínimamente invasivo a través de toracoscopía. El cirujano realiza pequeñas incisiones mediante las que introduce una cámara y el instrumental necesario para retirar la porción pulmonar que será estudiada.

Cuando el cirujano logra entrar a la cavidad pleural debe generar un neumotórax en el paciente. Este se logra insuflando CO2 a través de una máquina con el objetivo de que el pulmón se contraiga, producto de la presión ejercida por el aire y, así, poder ver y maniobrar con mayor facilidad en el tórax.

A fin de poder extraer el segmento requerido, el médico puede optar entre diversas técnicas. Una de ellas consiste en introducir un endoloop, que se asemeja a un lazo preformado en una varilla. Una vez adentro, se estrangula la porción requerida y se retira por la misma herida por donde se introdujo el endoloop. Otra de las alternativas es meter un stappler que pone una triple línea de corchetes a cada lado de la línea de corte, con el propósito de que luego de que sea retirado el segmento de pulmón no filtre sangre ni aire, quedando ambos extremos sellados y sin necesidad de otras suturas. Independiente de cuál sea mecanismo escogido, una vez realizado el procedimiento se debe sacar una radiografía de tórax para comprobar que el pulmón se haya expandido completamente después del neumotórax.

Si bien es un procedimiento simple, el paciente debe permanecer internado entre 48 y 72 horas puesto que la herida requiere de un drenaje por donde se elimine el líquido serohemático que filtra desde el lugar de la incisión. Este líquido, formado por suero y sangre, cae a un recolector hermético, evitando que entren bacterias al espacio pleural.

Una vez que deja de salir el fluido el paciente es dado de alta, aunque debe permanecer dos semanas sin realizar actividad física.

El resultado de la biopsia, habitualmente, es indispensable para iniciar o modificar el tratamiento de la enfermedad de base.

 

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