Cuando nace un niño con Síndrome de Down, como cualquier niño, él debe asistir regularmente a su control con el pediatra para verificar que esté creciendo adecuadamente, y que se esté desarrollando al máximo su potencial para que sea feliz.

El pediatra en cada visita presta especial atención a las dimensiones que influyen en su desarrollo. Conversa con sus papás acerca de los hábitos y rutinas, y supervisa que lo estén estimulando adecuadamente para que pueda lograr sus objetivos.

Siempre en el control de niño sano se evalúan los aspectos de crecimiento y desarrollo, pero en los niños con Síndrome de Down se usan tablas especiales porque la velocidad de crecimiento es diferente, así como también los hitos del desarrollo psicomotor. Además, el pediatra está muy atento a la aparición de ciertas enfermedades que son más frecuentes tales como: malformaciones cardíacas, hipotiroidismo, problemas neurológicos o de la sangre, así como también, inmunológicos y problemas de vista, audición u ortopédicos. Para cada una de estas enfermedades existen estrategias de detección temprana que permiten darles tratamiento oportuno dependiendo de la edad y etapa del desarrollo.

Así, al nacer, a todos los niños con Síndrome de Down le realizan un ecocardiograma para conocer la anatomía de su corazón. También se hacen exámenes de sangre para descartar hipotiroidismo congénito, y son evaluados por un otorrino y un oftalmólogo quienes descartan problemas sensoriales. Posteriormente, el control rutinario debe incluir a todo el equipo de salud.

Otro aspecto importante que hay que evaluar es el tono muscular, ya que los músculos de los niños con Síndrome de Down no son capaces de sostener adecuadamente algunas partes de su cuerpo. De la misma forma, su desarrollo cognitivo es muy sensible a la estimulación, por ese motivo, los niños y sus familias deben asegurar una interacción efectiva continua y vincularse tempranamente a equipos de rehabilitación integrados por fisiatras, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos, sicólogos y sicopedagogos.

Para que las personas con Síndrome de Down alcancen la mejor calidad de vida posible se debe procurar que participen activamente en sus comunidades, permitiéndoles relacionarse con sus pares, desarrollar autonomía y, de esta forma, validarse en la sociedad. Por esto, es recomendable incorporarlos tempranamente a jardines infantiles, colegios y, posteriormente, a formación técnico profesional para propiciar la inclusión efectiva.

El desarrollo de las potencialidades de los niños no está determinado por un grado de Síndrome de Down, sino que exclusivamente por el compromiso de la familia y la comunidad con el crecimiento y desarrollo del niño que le permitirán integrarse plenamente en la sociedad

 

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

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