La invaginación intestinal es una enfermedad poco común que habitualmente compromete a lactantes, aunque también se puede ver en pre-escolares y rara vez en escolares o adultos. La tasa de incidencia es cercana a 1 de cada 500 a 700 niños nacidos sanos. La mayoría de las veces los episodios aparecen entre los 6 meses y los 2 años, aunque lo más común es entre los 8 y 10 meses.

El cuadro clínico inicia cuando una porción del intestino se introduce en la siguiente avanzando y al mismo tiempo evertiéndose. Al ser este órgano un tubo elástico tiene la capacidad de contraer y dilatar sus anillos, siguiendo una secuencia que permite el avance del contenido. En esta propagación a veces se produce una descoordinación provocando que una porción “se coma” a otra. Si eso pasa en la unión del Íleon con el Ciego, es decir, en la zona que une el intestino delgado con el colon se producirá una invaginación íleo-cólica. Este mal es muy peligroso porque el movimiento continúa y la porción del íleon, que se mete dentro del colon, recibe menos sangre, tal como si tuviera un elástico apretado. El fenómeno provoca dolor intenso, del tipo cólico, por lo que los padres del niño habitualmente consultan. Luego de ser sometidos a una ecografía aparece la imagen característica de un intestino adentro del otro.

Otro tipo de invaginación es la íleo-ileal, en la que ambas porciones pertenecen al intestino delgado, que también produce cólicos, pero a diferencia de la anteriormente descrita ésta no requiere de intervención médica y en el 99.9% de los casos se solucionan por sí solas.

El cuadro de la invaginación ileo-cólica produce una obstrucción completa del intestino a nivel de la invaginación, lo que se caracteriza por:

  1. a) dolor abdominal, del tipo cólico. Viene con intervalos y se presenta de forma muy intensa, provocando llanto del menor y a veces acompañándose de palidez extrema, como la que ocurre después de vomitar.
  2. b) vómitos que inicialmente pueden ser alimentarios, pero que rápidamente se transforman en biliosos (de color verde).
  3. c) entre los períodos de cólico se puede palpar un abdomen blando, pero con una masa, que tiende a estar debajo de las costillas y no es fácil de palpar.
  4. d) hematoquezia (deposiciones con sangre) en “mermelada de frambuesas”: los lactantes presentan deposiciones con trazas de sangre y abundante mucosidad lo que da la apariencia de brillo, tal como mermelada de frambuesas.

La certificación del diagnóstico se hace en primera instancia a través de una radiografía simple de abdomen, pero hay un 25% de casos en los que a pesar de mostrar una imagen normal los pacientes sí presentan un episodio, por lo que el estudio se completa con una ecotomografía. En caso de que el tipo de invaginación corresponda a íleo-cecal, no se puede dejar progresar más allá de 24 horas porque se podría romper el colon, lo que provocaría la salida de contenido y una eventual peritonitis, agravando seriamente el cuadro.

El tratamiento en niños entre 6 meses y 2 años, que tienen un primer episodio con síntomas desde hace menos de 24 horas, consiste en el manejo médico del cuadro que busca la desinvaginación del paciente a través de una técnica neumática o hidrostática. Este procedimiento lo realiza un radiólogo con presencia de un cirujano infantil y consiste en inyectar aire o suero en forma de enema a través de una sonda, provocando que una columna empiece a empujar hacia atrás y haga que la porción vaya retrocediendo hasta liberarla del colon. Si lo logran, el niño se mejora, el dolor desaparece y en unas pocas horas puede volver a comer sin problemas. Hay que descartar que el episodio se vuelva a repetir, por lo que se hospitaliza al paciente durante 24 horas para mantenerlo en observación. En caso de no lograr reducir la invaginación se debe recurrir a una cirugía lo que sucede en el 20- 30 por ciento de los casos.

Los pacientes que no están el grupo etáreo frecuente (entre 6 meses y 2 años), o aquellos en los que después de tres intentos de reducción reaparece la invaginación, deben ser siempre tratados quirúrgicamente por tener mayor riesgo de contar con una causa específica de enfermedad como condicionante: adenopatías, malformaciones, pólipos e incluso algunos tipos de tumores. Por esto, pasados unos días de la intervención se deben realizar exámenes para estudiar la eventual causa orgánica que produjo la invaginación.

La cirugía se realiza de forma laparoscópica ejecutando una tracción muy suave con instrumental atraumático. Al operar hay una serie de escenarios posibles de encontrar y el cirujano decidirá tomando en cuenta los factores con los que se encuentra al abrir. Una de las posibilidades es desinvaginar y encontrarse con algunas porciones necróticas por lo que, probablemente, deba extraerlas y volver a unir el intestino. Además, la gran mayoría de las veces se aprovecha de sacar el apéndice. Otras veces, se intenta realizar el procedimiento con laparoscopía, pero no es posible de soltar, en ese caso, se abre la cirugía y se debe desinvaginar manualmente. A pesar de ser un procedimiento fácil y seguro puede presentar ciertas complicaciones tales como: perforación intestinal durante la reducción, peritonitis e infección de la herida operatoria.

El pronóstico de los niños tratados por invaginación intestinal es excelente siempre y cuando el diagnóstico se haga precozmente, de lo contrario, se vuelve muy grave con riesgo de muerte. Por lo tanto, ante cólico con remisión completa entre medio, vómito y diarrea con sangre y mucosidad que parece “mermelada de frambuesa” debe consultar inmediatamente.

 

patricioherrera@cirupedia.cl

 

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *