Fiebre es la elevación anormal de la temperatura corporal, por sobre los 37,5°C medida en la axila y sobre 38°C medidos en el recto. Como se desprende de la frase anterior, el que un niño tenga 37,7°C axilares, llegando de correr de la plaza, abrigado y transpirado, a pesar que su temperatura pueda estar alta, no corresponde a fiebre propiamente tal. La fiebre es un fenómeno de respuesta del organismo frente a las infecciones, ya sean virales o bacterianas. Se supone que es un fenómeno defensivo, dado que las bacterias tendrían menor tasa de multiplicación a temperaturas superiores a 38°C.
Existen claves que permiten prever que un niño va a desarrollar fiebre en los próximos 10 a 15 minutos, sin embargo, estas son muy variables. En niños pequeños incluyen malestar, llanto sin causa aparente, palidez o sueño. En pre-escolares puede aparecer palidez con cianosis (coloración violácea) peri-bucal. En escolares y niños mayores, en general, se produce cansancio y malestar general. Por otro lado, una vez que la temperatura ya subió, el niño se pone rubicundo (colorado), a veces, algo sudoroso, puede desaparecer o mantenerse el decaimiento e, incluso, algunos vomitan junto con el peak de fiebre.
La fiebre no es mala en sí misma, sin embargo, en niños pequeños, dado lo inmaduro que es aún su cerebro, puede desencadenar una crisis convulsiva. Este riesgo es algo mayor en niños con familiares directos (mamá, papá o hermanos) con antecedentes de epilepsia. Se considera que por sobre los 38,5°C de temperatura, en un niño de menos de 4 años es conveniente intentar bajar la temperatura en forma artificial, externa. En niños mayores de 4 años, el intentar bajar la temperatura es solo con el fin de aliviar el malestar de tener fiebre.
El manejo habitual de este síntoma en niños pequeños se puede lograr alivianando la ropa, complementando con pasar una toalla húmeda con agua tibia por el tronco y la frente para imitar la transpiración y que, por evaporación, baje la temperatura corporal. Si no hay respuesta en 20 a 30 minutos, se pueden administrar medicamentos de la familia de los analgésicos que también bajan la fiebre. Estos son el ibuprofeno o el diclofenaco, así como el paracetamol, que viene en diferentes dosis y presentaciones, de forma tal que si el lactante lo rechaza por boca, debido al sabor se puede administrar como supositorio.
En cuanto a la dosificación específica para cada niño, y para no transgredir las restricciones que tiene cada uno de estos medicamentos en relación a las características de cada paciente, se sugiere ponerse en contacto con el pediatra que los controla habitualmente para la indicación específica y detallada
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