Pediatría

Artículos relacionados con pediatría

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sarampión “es una enfermedad muy contagiosa y grave causada por un virus de la familia paramixovirus cuyo sitio preferido para crecer es en la faringe y los pulmones. En 1980, antes de que se generalizara el uso de la vacuna, el sarampión causaba cerca de 2,6 millones de muertes al año”. A nivel mundial, sigue siendo una de las principales causas de muerte en niños pequeños, a pesar de que existe una vacuna segura y eficaz. Se calcula que en 2013 murieron 145.700 personas por esta causa, la mayoría de ellas menores de 5 años”, agregan. En Chile, la enfermedad fue erradicada hace más de 20 años.

SÍNTOMAS:

– Fiebre alta (Sobre 38.5°C) suele ser  el primer signo.

– Se puede presentar congestión nasal, tos, ojos llorosos y rojos, y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas.

– Manchas rosadas, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello, que se extiende al tronco en unos 3 días, acabando por afectar a las manos y los pies.

– Finalmente se produce una descamación fina de la piel.

Esos son los síntomas que el Ministerio de Salud recomienda estar alerta, pero también resulta de suma importancia tener en consideración que existen grupos de riesgos que no solo son niños. Por esto, es importante consultar a su médico si aparecen.

POBLACIONES DE RIESGO:

– NIÑOS MENORES DE 1 AÑO: Es un grupo de riesgo ya que, según el plan ministerial, la primera dosis de la vacuna se debe adminsitar al cumplir el año, mientras que la segunda al momento de ingresar a primero básico.

– NACIDOS ENTRE 1971 Y 1981: En Chile, este grupo no tuvo la dosis completa de la vacuna cuando eran niños, puesto que se creía que con media dosis sería suficiente. Los nacidos con posterioridad a 1981, se encuentran inmunizados por campañas o vacunas administradas al año de edad más sus respectivos refuerzos.

¿DÓNDE ME PUEDO VACUNAR Y CUÁL ES EL VALOR?

Para administrar la dosis, en Chile, el Ministerio explica que esta se puede encontrar en establecimientos de salud pública y privados con convenio, así como también en los vacunatorios internacionales.

La vacuna es sin costo y no requiere de orden médica a los grupos definidos como susceptibles, durante las fechas de campaña de vacunación establecidas.

Además, recomienda que las personas nacidas en Chile entre 1971 y 1981 deben vacunarse solo cuando viajen a zonas de riesgo como: India, Ucrania, Filipinas, Grecia, Francia, China, Brasil o Argentina (por nombrar solo algunos). Para ello deberán solicitar a su médico tratante la indicación pertinente. A la fecha (2018), no hay cambios en recomendaciones de vacuna para este grupo. Se recomienda la administración de la vacuna 2 semanas antes del viaje.

Si el viaje incluye a niños menores de un año, es recomendable administrar una dosis si el pequeño ya tiene más de 9 meses, sin embargo, esa aplicación no asegura la inmunidad necesaria. Por esta razón, el lactante que ya fue inmunizado para viajar,  cuando regrese a su país, igual deberá recibir otra dosis, la correspondiente al calendario del plan nacional vigente (En Chile, a los 12 meses).

** Si alguna persona presenta síntomas compatibles con sarampión o rubéola, como:  exantema macular (manchas en la piel), asociado a uno o más de los siguientes síntomas: fiebre mayor a 38ºC, conjuntivitis, artralgia (dolor de las articulaciones) o linfoadenopatías (dolor de ganglios), consulte a su médico**

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

Completar el Calendario de Vacunación a lo largo de la vida es fundamental para evitar el contagio de varias de las enfermedades más graves en los niños. Muchas de estas causaron muertes masivas en el pasado y hoy han sido erradicadas o controladas en muchas partes del mundo.

La primera etapa de vacunación se inicia a los pocas horas o días de vida y luego el plan se va complementando hasta los dieciocho meses (un año y medio). Cuando los niños cumplen 2 años y hasta los 16 deben aplicarse vacunas de refuerzo a las que ya se han administrado con el fin de completar el proceso de preparar las defensas del cuerpo frente a las patologías al acecho.

Lo más importante, es que no solo se protege al niño, sino también a toda su familia y al resto de pequeños con los que interactúa, ya que al impedir que los gérmenes los invadan, se evita que sean una fuente de contagio para otros (“efecto rebaño”).

Las vacunas son “medicamentos” elaborados a partir de los mismos virus y bacterias, que causan las enfermedades. De ellas se extraen segmentos, o bien son inactivados, y son “mostrados” al sistema inmunologico (defensas) para que cuando él se enfrente al agente infeccioso vivo, pueda responder de forma oportuna y efectiva para eliminarlo de nuestro organismo. De esta manera, se evita que la persona desarrolle la enfermedad (síntomas), o bien que la manifestación sea más suave. A esto se le llama inmunización.

Las vacunas no provocan un gran sufrimiento. En realidad, a un niño no le duele más que a un adulto cuando se le pincha un dedo al pegar un botón o al hacer una basta. El bebé llora porque acaba de experimentar una sensación desagradable y molesta. Pero en segundos se le pasa, y deja de doler.

La activación del sistema inmunologico, dentro de las 24 hrs de administración puede causar un poco de fiebre y malestar en el niño, lo que puede ser manejado con paños tibios en el sitio de punción y paracetamol para el manejo de la fiebre. Excepcionalmente, pueden ocurrir eventos que deben ser reportados a su pediatra, para tomar las medidas oportunas.

La Organización Mundial de Salud (OMS) señala que el proceso de vacunación, siempre que sea posible, debe iniciarse desde los recién nacidos y luego completar el calendario de vacunas que se prolonga hasta la adolescencia (en nuestro país se llama Plan Nacional de Inmunización, o PNI), e incluso abarcar algunas vacunas para adultos mayores. La Organización Panamericana de Salud (OPS) anunció que en los últimos 15 años unos 160 millones de niños y adultos del continente se han beneficiado de las campañas de vacunación contra la rubeola, sarampión, poliomielitis, tétanos, difteria, tos convulsiva o coqueluche, hepatitis B, neumonías, meningitis y virus papiloma humano, entre otras.

Las vacunas se aplican a través de una inyección en el brazo o pierna o por vía oral y, en muchos casos, son necesarias varias dosis para conseguir que el efecto protector se mantenga durante años. La administración de las vacunas del ministerio (PNI) son GRATUITAS en todos los centros de salud del país, sean públicos o privados.

Lamentablemente, en los últimos años la cobertura ha disminuido un poco, en parte porque los padres piensan que ya casi no hay riesgos de infecciones y, por otro lado, una serie de informaciones falsas de grupos antivacunas, que pueden asustar a los papás. Queremos que sepas que si no vacunas a tu hijo no solo estás vulnerando su derecho a permanecer sano, sino que además pones en riesgo a quienes sí se vacunaron, es decir, también vulneras el derecho de los otros. Las vacunas son absolutamente seguras, y mucha de la información que los grupos antivacunas propagan no es real.

Aquí algunos datos que la SOCHIPE (Sociedad Chilena de Pediatría) comparte sobre la relevancia de la vacunación, mitos y verdades:

– El Sarampión cobró 2,6 millones de muertes en el mundo durante los años 80.

– Nadie muere en Chile por Sarampión desde 1993.

– Gracias a las vacunas se ha logrado bajar en 99% los casos de polio en todo el mundo.

– Chile: en 1961 había 360 casos mensuales de poliomelitis. Gracias a la vacuna no tenemos casos desde 1975.

– La mayoría de las mujeres sexualmente activas estarán expuestas en algún momento de su vida al VPH. En Chile, cerca de 600 mujeres mueren al año por esta enfermedad. El uso de esta vacuna está aprobado en 132 países.

– El Coqueluche ocupa el quinto puesto entre las causas de muerte prevenibles por vacunas.

– 90% de las muertes de Coqueluche ocurren países en desarrollo, mayormente lactantes no vacunados o con vacunación incompleta.

– El 80% de los lactantes bajo 12 meses, no presenta inmunización completa.

Mitos y verdades sobre la vacunación

Ya vimos lo ocurrido con el Timerosal y el huevo. Acá te dejamos otras creencias y te contamos si son verdades o hechos falsos:

1.- “Un alérgico alimentario no corre ningún riesgo al vacunarse”. VERDADERO.

  1. “Las vacunas no provocan efectos secundarios nocivos y de largo plazo”. VERDADERO.

3.- “Las vacunas no provocan efectos secundarios nocivos y de largo plazo”. VERDADERO.

4.- “Como ya se erradicó la enfermedad, no necesito vacunarme”. FALSO.

5.- “La gripe es solo una molestia, y la vacuna no es muy eficaz”. FALSO.

6.- “Las vacunas contienen mercurio que es peligroso”. FALSO.

7.- “No importa que no me vacune porque ustedes ya están vacunados”. FALSO.

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

Cuando nace un niño con Síndrome de Down, como cualquier niño, él debe asistir regularmente a su control con el pediatra para verificar que esté creciendo adecuadamente, y que se esté desarrollando al máximo su potencial para que sea feliz.

El pediatra en cada visita presta especial atención a las dimensiones que influyen en su desarrollo. Conversa con sus papás acerca de los hábitos y rutinas, y supervisa que lo estén estimulando adecuadamente para que pueda lograr sus objetivos.

Siempre en el control de niño sano se evalúan los aspectos de crecimiento y desarrollo, pero en los niños con Síndrome de Down se usan tablas especiales porque la velocidad de crecimiento es diferente, así como también los hitos del desarrollo psicomotor. Además, el pediatra está muy atento a la aparición de ciertas enfermedades que son más frecuentes tales como: malformaciones cardíacas, hipotiroidismo, problemas neurológicos o de la sangre, así como también, inmunológicos y problemas de vista, audición u ortopédicos. Para cada una de estas enfermedades existen estrategias de detección temprana que permiten darles tratamiento oportuno dependiendo de la edad y etapa del desarrollo.

Así, al nacer, a todos los niños con Síndrome de Down le realizan un ecocardiograma para conocer la anatomía de su corazón. También se hacen exámenes de sangre para descartar hipotiroidismo congénito, y son evaluados por un otorrino y un oftalmólogo quienes descartan problemas sensoriales. Posteriormente, el control rutinario debe incluir a todo el equipo de salud.

Otro aspecto importante que hay que evaluar es el tono muscular, ya que los músculos de los niños con Síndrome de Down no son capaces de sostener adecuadamente algunas partes de su cuerpo. De la misma forma, su desarrollo cognitivo es muy sensible a la estimulación, por ese motivo, los niños y sus familias deben asegurar una interacción efectiva continua y vincularse tempranamente a equipos de rehabilitación integrados por fisiatras, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos, sicólogos y sicopedagogos.

Para que las personas con Síndrome de Down alcancen la mejor calidad de vida posible se debe procurar que participen activamente en sus comunidades, permitiéndoles relacionarse con sus pares, desarrollar autonomía y, de esta forma, validarse en la sociedad. Por esto, es recomendable incorporarlos tempranamente a jardines infantiles, colegios y, posteriormente, a formación técnico profesional para propiciar la inclusión efectiva.

El desarrollo de las potencialidades de los niños no está determinado por un grado de Síndrome de Down, sino que exclusivamente por el compromiso de la familia y la comunidad con el crecimiento y desarrollo del niño que le permitirán integrarse plenamente en la sociedad

 

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

El nacimiento de un niño es motivo de felicidad para sus padres y familias. Todos se ponen contentos con la llegada del nuevo integrante y que esté sano y crezca bien es lo más importante para todos.

Para asegurar este proceso, los nuevos padres comenzarán a recorrer un largo camino en compañía del pediatra quien, periódicamente, irá evaluando al pequeño en diferentes áreas para cuidar, entre otras cosas, que siga su crecimiento dentro de la curva de peso y talla esperado. Así también como que su desarrollo sicomotor sea adecuado a la edad.

Luego de recién nacido y una vez que el niño abandona el hospital debe visitar a su pediatra cuando cumple su primera semana. Ese es el momento en que el doctor y su paciente se conocen y comienzan a entablar una relación. En esa visita, los padres deben contar al médico todos los antecedentes de embarazo: si tuvo algún problema, si nació de término y todos los hitos que marcaron la espera del niño. Si hubiera antecedentes de enfermedades familiares es el momento oportuno para contarlo puesto que algunos antecedentes obligan a descartar su presencia en los niños. También en el primer control se verifica la lactancia materna, el color amarillo de la piel (ictericia) y el resultado de los exámenes tomados al nacer: fenilquetonuria (PKU) e hipertiroidismo congénito (TSH).

El siguiente control se realizará una semana después y así hasta que el pequeño cumpla su primer mes, etapa en la que se verifica el aumento de peso con la lactancia materna. Luego de este plazo la visita para control de niño sano ya no será tan seguida, pero no deben olvidar de asistir mensualmente a la consulta hasta que cumple los 6 meses, etapa muy importante para indicar las primeras vacunas, vitaminas y fierro cuando corresponda. También llegado el momento, se indicará que le realicen una radiografía de caderas para descartar displasia. Después del sexto mes, los controles se comienzan a realizar cada 2 meses. En esta visita se empieza a incorporar la alimentación complementaria: papillas y postres. Al cumplir los 12 meses los tiempos se van espaciando, pero sin dejar nunca de acudir al pediatra. Primero, cada 3 meses hasta el año y medio y, luego, por lo menos cada 6 meses hasta cumplir dos años. De ahí en adelante la visita a la consulta, si es que el niño está sano, es una vez al año.

Pero, ¿por qué ir tantas veces a la consulta? Principalmente, porque es ahí donde se puede evaluar que el niño esté sano y crezca bien constatando, con el examen físico, que no haya ningún signo de retraso en su progresión nutricional, o sea, que aumente bien de peso y crezca adecuadamente. En caso de que esto no sucediera, será el pediatra el que mejor oriente a los padres en la búsqueda de las causas. Estas pueden ir desde simples problemas de lactancia (lo más frecuente) hasta problemas más complejos como cardiopatías, problemas endocrinos, problemas renales u otras complicaciones que podrían explicar el retraso del crecimiento. En cada caso, será él quien mejor pueda indicar los tratamientos para superar alguna de esas situaciones.  Tan importante como el aspecto nutricional es evaluar que se estén cumpliendo las etapas del desarrollo sicomotor de manera adecuada. Que empiece a balbucear, a interactuar con personas y juguetes, que gatee y, en definitiva, que vaya cumpliendo con los hitos de su desarrollo de manera acorde, armónica y progresiva.

 

Entonces, cada vez que el niño asista con sus padres a la consulta del pediatra comenzarán con una pequeña conversación para saber cómo ha estado durante el tiempo que ha pasado. Se revisan aspectos básicos del día a día como alimentación, deposiciones, cuidado de la piel, algunos hitos del desarrollo, entre otras cosas, para luego realizar un acucioso examen físico en el que lo medirán y pesarán. También se evalúa el crecimiento del cráneo y se realizan pruebas de desarrollo motor. Además, el doctor observará sus ojos, oídos, garganta, estómago, genitales y escuchará atentamente el corazón para asegurarse de que todo vaya en orden.

Con todos estos exámenes se realizan los diagnósticos: nutricional, del desarrollo psicomotor y eventualmente algún diagnostico específico si estuviera enfermo. En función de ellos, se conversan las indicaciones que deberán seguir los padres hasta el próximo control. En ellas, el pediatra se asegurará de que el niño cuente con todo lo necesario para crecer y desarrollarse correctamente. Por lo tanto, indicará qué debe comer de acuerdo a la etapa de crecimiento. Desde la lactancia hasta la introducción paulatina de alimentos sólidos. También indicará los suplementos vitamínicos que debe recibir para completar su dieta. El doctor seguirá un estricto plan de vacunación que es la estrategia principal para controlar enfermedades infecto-contagiosas que pueden ser graves para los niños. Muy importantes también serán las indicaciones que dé para la estimulación del desarrollo sicomotor de acuerdo a los objetivos de cada edad, así como también las advertencias sobre conductas de riesgo propias de cada edad.

La consulta pediátrica es también una buena instancia para hacer conscientes a los padres de la necesidad de estimular hábitos saludables en sus hijos y de que estos se vayan incorporando a la rutina familiar. Ya sean hábitos alimentarios, actividad física, higiene de sueño, y hábitos sociales que les permitan integrarse de manera adecuada a cada etapa del ciclo vital.

Durante todo el proceso es MUY importante que los padres sientan la confianza de preguntar todas sus dudas, y las vayan resolviendo, así como también discutir las perspectivas de la crianza,para que puedan, en conjunto con el pediatra, elaborar un plan de acción que permita un adecuado crecimiento y desarrollo del niño, siguiendo las indicaciones acordadas hasta el próximo control

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

 

Fiebre es la elevación anormal de la temperatura corporal, por sobre los 37,5°C medida en la axila y sobre 38°C medidos en el recto. Como se desprende de la frase anterior, el que un niño tenga 37,7°C axilares, llegando de correr de la plaza, abrigado y transpirado, a pesar que su temperatura pueda estar alta, no corresponde a fiebre propiamente tal. La fiebre es un fenómeno de respuesta del organismo frente a las infecciones, ya sean virales o bacterianas. Se supone que es un fenómeno defensivo, dado que las bacterias tendrían menor tasa de multiplicación a temperaturas superiores a 38°C.

Existen claves que permiten prever que un niño va a desarrollar fiebre en los próximos 10 a 15 minutos, sin embargo, estas son muy variables. En niños pequeños incluyen malestar, llanto sin causa aparente, palidez o sueño. En pre-escolares puede aparecer palidez con cianosis (coloración violácea) peri-bucal. En escolares y niños mayores, en general, se produce cansancio y malestar general. Por otro lado, una vez que la temperatura ya subió, el niño se pone rubicundo (colorado), a veces, algo sudoroso, puede desaparecer o mantenerse el decaimiento e, incluso, algunos vomitan junto con el peak de fiebre.

La fiebre no es mala en sí misma, sin embargo, en niños pequeños, dado lo inmaduro que es aún su cerebro, puede desencadenar una crisis convulsiva. Este riesgo es algo mayor en niños con familiares directos (mamá, papá o hermanos) con antecedentes de epilepsia. Se considera que por sobre los 38,5°C de temperatura, en un niño de menos de 4 años es conveniente intentar bajar la temperatura en forma artificial, externa. En niños mayores de 4 años, el intentar bajar la temperatura es solo con el fin de aliviar el malestar de tener fiebre.

El manejo habitual de este síntoma en niños pequeños se puede lograr alivianando la ropa, complementando con pasar una toalla húmeda con agua tibia por el tronco y la frente para imitar la transpiración y que, por evaporación, baje la temperatura corporal. Si no hay respuesta en 20 a 30 minutos, se pueden administrar medicamentos de la familia de los analgésicos que también bajan la fiebre. Estos son el ibuprofeno o el diclofenaco, así como el paracetamol, que viene en diferentes dosis y presentaciones, de forma tal que si el lactante lo rechaza por boca, debido al sabor se puede administrar como supositorio.

En cuanto a la dosificación específica para cada niño, y para no transgredir las restricciones que tiene cada uno de estos medicamentos en relación a las características de cada paciente, se sugiere ponerse en contacto con el pediatra que los controla habitualmente para la indicación específica y detallada

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

“Mi hijo no come nada Dr., fíjese que no le da hambre, por él pasaría todo el día viendo tele o jugando…”

Una queja común al momento de tratar con las mamás y sus hijos, es el hecho que los niños en general comen menos de lo que se espera de ellos. Son excepcionales los menores que se comen siempre todo y piden más. Esto genera una ansiedad enorme en las mamás que tienen el concepto, en forma inconsciente (porque lo queramos o no es parte de nuestra cultura), que un niño gordito y lleno de rollitos, es sinónimo de un niño sano. Mas aún, la primera pregunta que se le hace a alguien que ha bajado de peso es ¿Qué te pasó? Implicando grandes catástrofes en la vida como divorcio, muerte de familiares, grandes enfermedades, etc. Existen los Gordos Felices, pero son pocos. La contextura física natural de un niño debiera ser respetada, no se le puede pedir al hijo de dos padres delgados que sea redondo y rechonchito aparte, probablemente, del periodo de lactante. Desde que empiezan a comer comidas, se delinea su estructura nativa a no ser que se les alimente de cereales o bebidas gaseosas a discreción. No se trata de tener solo niños flacos, van a haber niños mas gruesos y otros delgados, pero el margen de variación va a ser mucho menor si respetamos su naturaleza y les enseñamos a comer bien.

La mejor forma de quitarle el hambre a un flaco es darle algo entre comidas, “es que como no ha comido nada, para que no pase de largo, el pobrecito…”. Fatal, la próxima comida se va a enfriar en el plato, igual que la previa. A su vez, la mejor forma de abrirle el apetito a un gordo es darle algo entre comidas, solo va a pedir más y más, y a la hora de comer, inicialmente, no va a tener mucho apetito, pero a medida que come o con el aroma se va a entusiasmar y se lo va a comer todo. Es que somos diferentes unos de otros y frente a estímulos similares podemos responder diferente.

Todos tenemos un “reloj interior”, un marcapaso biológico que nos dicta muchas cosas, sin saber la fecha ni la hora como, por ejemplo, en qué momento empieza la pubertad en un individuo específico. Ese mismo reloj dicta en qué momento crecemos más rápido y en cuál más lento. Aparentemente, y condicionado a que no existe evidencia científica que lo demuestre, (sin embargo es casi evidente), este mismo reloj interno hace oscilar nuestro apetito, la cantidad de hambre que tiene un niño, de forma tal que antes de iniciar un período de crecimiento rápido, el apetito crece y el niño de repente “se puso bueno para comer”, lo que puede durar 2 o 3 meses, a veces más y al aliviar la tensión de la madre, puede que deje de consultar al respecto. Pero, asimismo, luego vienen meses de menor apetito y menor velocidad de crecimiento longitudinal, sin mediar enfermedad.

Por todo lo mencionado, es que la mejor forma de mantener a un niño comiendo bien es, al igual como nos enseñaron nuestros padres y abuelos; si el niño no quiere comer, bien, sin estrés, que no coma, pero no come nada. Puede tomar agua, si tiene sed, nada más, nada de postrecito ni un huevito frito, nada. De esta forma a la próxima comida va a tener hambre, si no la tuviera, nuevamente la misma conducta, lo difícil es ser firme y consistente al momento en que realmente le dé hambre, porque se puede quejar incluso de dolor de estómago, y la necesidad imperiosa de comer, pero tendrá que esperar hasta la próxima comida. Es evidente que cuesta mucho ser duro frente a los hijos, sin embargo, en este preciso punto, mientras más firmes seamos al principio, menos problemas vamos a tener en el futuro desde el punto de vista alimentario.

A los dos o tres años, los hábitos alimentarios ya están definidos, pero todavía son modificables. Cabe mencionar al respecto que ser firmes al principio es una forma de inversión. Intentar cambiar los hábitos a los 8 años puede ser una tarea muy difícil, y a los 14, una odisea.

Por todo esto, en términos de hábitos alimenticios, si vamos a modificar algo:

1. Mejor ahora que después

2. Tengamos en cuenta la aparente contextura natural del niño

3. Mantengamos la conducta decidida.

4. Involucrar a todos los que cuidan al niño.

5. Conversarlo con el Pediatra.

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl

El sentido común, derivado de un largo proceso de aprendizaje tanto personal como grupal, mezclado con conocimientos traspasados en forma verbal ya sea por los abuelos, mamás o suegras, (lo que podría perfectamente ser considerado folklore); es muy útil en el cuidado de los niños, sin embargo, requiere de un cuestionamiento y análisis constante, dado que en determinadas situaciones puede ser equívoco o francamente dañino. Por lo tanto, y como norma general, derivada nuevamente de este sentido común, si tiene dudas, o siente miedo, pregunte. Pregunte a alguien que considere confiable, y en quien Ud. esté dispuesta(o) a seguir su consejo. Trate de no caer en la tentación de preguntar a todo quien se cruce en su camino, porque nuevamente eso va contra el sentido común, eso produce confusión y no permite tomar una conducta frente al problema inicial.

 

Lo que sirve en un hijo, no necesariamente va a ser útil con todos los otros. Cada niño es diferente, y esto es aplicable tanto en asuntos conductuales, como en lo físico o frente a enfermedades. Algunos niños hacen cuadros sumamente evidentes, otros sencillamente se ponen “mañosos” frente al mismo diagnóstico. Situaciones como la fiebre, son toleradas en forma diferente por los hermanos independiente de la edad. Así como tener diferente contextura física, la respuesta a determinado medicamento para bajar esta fiebre puede ser diferente entre los niños, lo que va a permitir ir aprendiendo “a leerlos” en la medida que crecen. Este fenómeno de conocerlos es lo que hace altamente recomendable que los niños tengan UN pediatra, que los vea habitualmente, como médico, y que las consultas en Urgencia sean un fenómeno esporádico, no la regla.punto

Fernando.gonzalez@cirupedia.cl