
Editor Cirupedia
Una causa muy frecuente de quemaduras es el Sol. La mayor parte de estas quemaduras ocurren, como es obvio, durante los meses estivales, y la población más afectada, sin duda, son los niños.
Estas quemaduras se producen por el exceso de exposición al sol y la radiación UV, hablando de más de 3 a 4 horas en los casos de los niños más grandes, sin la adecuada protección solar.
Dependiendo de la edad, variará la parte del cuerpo que se ve más afectada. En los niños menores de 1 año, predominan las quemaduras faciales, sin embargo, en niños mayores, las zonas que se ven más afectadas son los hombros y la espalda.
La mayoría de las quemaduras por sol se producen durante el fin de semana, en actividades relacionadas con el agua, ya sea durante el baño en la piscina o una tarde de playa. También se ha descrito en menor medida en actividades deportivas o escolares.
Afortunadamente, las quemaduras producidas por el sol suelen ser de carácter superficial, por lo que producen un leve enrojecimiento, escaso dolor y, en algunas ocasiones, incluso aparecen una flictenas o ampollas finitas, todos síntomas que se resuelven espontáneamente durante la siguiente semana.
No es común que estas quemaduras lleven a los padres a buscar atención médica y, cuando es necesario, la mayoría de los niños son atendidos en forma ambulatoria, sin embargo, existe un pequeño porcentaje de pacientes que han requerido hospitalización.
Se han llegado a tratar pacientes con quemaduras solares de hasta un 30% de superficie corporal, producto de una jornada de más de 4 horas de exposición en la playa sin ningún tipo de protección. En estos casos extremos, los pacientes son hospitalizados para manejar su hidratación, el dolor y tratar las lesiones producidas por la quemadura.
Estas quemaduras, independiente de su extensión, tienen un excelente pronóstico, y no dejan secuelas, sin embargo, la exposición excesiva al sol y la radiación UV confiere un riesgo importante para desarrollar lesiones malignas de la piel en el futuro.
Por este motivo, es muy importante informarse sobre las medidas que se deben tomar para proteger a nuestros hijos del sol. Está demostrado que la educación de los padres es fundamental para que los niños desarrollen el hábito de protección solar.
Las medidas que se aplican para la protección contra el sol implican, básicamente, desarrollar algunos hábitos. El primero, y quizás más importante, es el de evitar o reducir el tiempo de exposición al sol. Los niños realizan un mayor número de actividades al aire libre que los adultos, en consecuencia, su exposición a la luz solar suele ser mayor. Se recomienda evitar dichas actividades entre las 11 de la mañana y las 16 horas o fomentar que se realicen en lugares sombreados.
Si el niño de igual manera se va a exponer al sol se recomienda cubrir la mayor parte del cuerpo con ropa. Se ha descrito que las ropas de nylon o poliéster protegen más que las de algodón o lino. Para la protección de la cara y cuello, siempre es recomendable el uso de gorras o sombreros.
El uso de protectores o bloqueadores solares se ha masificado en el tiempo, y la mayor parte de los padres los conocen, sin embargo, se producen fallas en la manera que se utilizan estos productos. Habitualmente, se recomiendan el uso de fotoprotectores o bloqueadores solares en niños mayores de 6 meses, puesto que en lactantes más pequeños puede producir problemas de toxicidad. En general, se sugiere el uso de factores iguales o superiores a 50.
Es necesario aplicarlos en forma generosa y uniforme en todas las áreas que se verán expuestas a la luz solar. El producto debe aplicarse entre 15 a 20 minutos antes de la exposición, y debe volver a aplicarse cada 2 a 4 horas o antes, si el niño está saliendo de la piscina o el mar.
Las medidas de fotoprotección o protección solar se aconsejan en todos los grupos etarios, pero debe ser más intensa en los niños, puesto que la mayor parte de la exposición al sol de una persona es, sin lugar a dudas, durante esa etapa de la vida.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sarampión “es una enfermedad muy contagiosa y grave causada por un virus de la familia paramixovirus cuyo sitio preferido para crecer es en la faringe y los pulmones. En 1980, antes de que se generalizara el uso de la vacuna, el sarampión causaba cerca de 2,6 millones de muertes al año”. A nivel mundial, sigue siendo una de las principales causas de muerte en niños pequeños, a pesar de que existe una vacuna segura y eficaz. Se calcula que en 2013 murieron 145.700 personas por esta causa, la mayoría de ellas menores de 5 años”, agregan. En Chile, la enfermedad fue erradicada hace más de 20 años.
SÍNTOMAS:
– Fiebre alta (Sobre 38.5°C) suele ser el primer signo.
– Se puede presentar congestión nasal, tos, ojos llorosos y rojos, y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas.
– Manchas rosadas, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello, que se extiende al tronco en unos 3 días, acabando por afectar a las manos y los pies.
– Finalmente se produce una descamación fina de la piel.
Esos son los síntomas que el Ministerio de Salud recomienda estar alerta, pero también resulta de suma importancia tener en consideración que existen grupos de riesgos que no solo son niños. Por esto, es importante consultar a su médico si aparecen.
POBLACIONES DE RIESGO:
– NIÑOS MENORES DE 1 AÑO: Es un grupo de riesgo ya que, según el plan ministerial, la primera dosis de la vacuna se debe adminsitar al cumplir el año, mientras que la segunda al momento de ingresar a primero básico.
– NACIDOS ENTRE 1971 Y 1981: En Chile, este grupo no tuvo la dosis completa de la vacuna cuando eran niños, puesto que se creía que con media dosis sería suficiente. Los nacidos con posterioridad a 1981, se encuentran inmunizados por campañas o vacunas administradas al año de edad más sus respectivos refuerzos.
¿DÓNDE ME PUEDO VACUNAR Y CUÁL ES EL VALOR?
Para administrar la dosis, en Chile, el Ministerio explica que esta se puede encontrar en establecimientos de salud pública y privados con convenio, así como también en los vacunatorios internacionales.
La vacuna es sin costo y no requiere de orden médica a los grupos definidos como susceptibles, durante las fechas de campaña de vacunación establecidas.
Además, recomienda que las personas nacidas en Chile entre 1971 y 1981 deben vacunarse solo cuando viajen a zonas de riesgo como: India, Ucrania, Filipinas, Grecia, Francia, China, Brasil o Argentina (por nombrar solo algunos). Para ello deberán solicitar a su médico tratante la indicación pertinente. A la fecha (2018), no hay cambios en recomendaciones de vacuna para este grupo. Se recomienda la administración de la vacuna 2 semanas antes del viaje.
Si el viaje incluye a niños menores de un año, es recomendable administrar una dosis si el pequeño ya tiene más de 9 meses, sin embargo, esa aplicación no asegura la inmunidad necesaria. Por esta razón, el lactante que ya fue inmunizado para viajar, cuando regrese a su país, igual deberá recibir otra dosis, la correspondiente al calendario del plan nacional vigente (En Chile, a los 12 meses).
** Si alguna persona presenta síntomas compatibles con sarampión o rubéola, como: exantema macular (manchas en la piel), asociado a uno o más de los siguientes síntomas: fiebre mayor a 38ºC, conjuntivitis, artralgia (dolor de las articulaciones) o linfoadenopatías (dolor de ganglios), consulte a su médico**
Completar el Calendario de Vacunación a lo largo de la vida es fundamental para evitar el contagio de varias de las enfermedades más graves en los niños. Muchas de estas causaron muertes masivas en el pasado y hoy han sido erradicadas o controladas en muchas partes del mundo.
La primera etapa de vacunación se inicia a los pocas horas o días de vida y luego el plan se va complementando hasta los dieciocho meses (un año y medio). Cuando los niños cumplen 2 años y hasta los 16 deben aplicarse vacunas de refuerzo a las que ya se han administrado con el fin de completar el proceso de preparar las defensas del cuerpo frente a las patologías al acecho.
Lo más importante, es que no solo se protege al niño, sino también a toda su familia y al resto de pequeños con los que interactúa, ya que al impedir que los gérmenes los invadan, se evita que sean una fuente de contagio para otros (“efecto rebaño”).
Las vacunas son “medicamentos” elaborados a partir de los mismos virus y bacterias, que causan las enfermedades. De ellas se extraen segmentos, o bien son inactivados, y son “mostrados” al sistema inmunologico (defensas) para que cuando él se enfrente al agente infeccioso vivo, pueda responder de forma oportuna y efectiva para eliminarlo de nuestro organismo. De esta manera, se evita que la persona desarrolle la enfermedad (síntomas), o bien que la manifestación sea más suave. A esto se le llama inmunización.
Las vacunas no provocan un gran sufrimiento. En realidad, a un niño no le duele más que a un adulto cuando se le pincha un dedo al pegar un botón o al hacer una basta. El bebé llora porque acaba de experimentar una sensación desagradable y molesta. Pero en segundos se le pasa, y deja de doler.
La activación del sistema inmunologico, dentro de las 24 hrs de administración puede causar un poco de fiebre y malestar en el niño, lo que puede ser manejado con paños tibios en el sitio de punción y paracetamol para el manejo de la fiebre. Excepcionalmente, pueden ocurrir eventos que deben ser reportados a su pediatra, para tomar las medidas oportunas.
La Organización Mundial de Salud (OMS) señala que el proceso de vacunación, siempre que sea posible, debe iniciarse desde los recién nacidos y luego completar el calendario de vacunas que se prolonga hasta la adolescencia (en nuestro país se llama Plan Nacional de Inmunización, o PNI), e incluso abarcar algunas vacunas para adultos mayores. La Organización Panamericana de Salud (OPS) anunció que en los últimos 15 años unos 160 millones de niños y adultos del continente se han beneficiado de las campañas de vacunación contra la rubeola, sarampión, poliomielitis, tétanos, difteria, tos convulsiva o coqueluche, hepatitis B, neumonías, meningitis y virus papiloma humano, entre otras.
Las vacunas se aplican a través de una inyección en el brazo o pierna o por vía oral y, en muchos casos, son necesarias varias dosis para conseguir que el efecto protector se mantenga durante años. La administración de las vacunas del ministerio (PNI) son GRATUITAS en todos los centros de salud del país, sean públicos o privados.
Lamentablemente, en los últimos años la cobertura ha disminuido un poco, en parte porque los padres piensan que ya casi no hay riesgos de infecciones y, por otro lado, una serie de informaciones falsas de grupos antivacunas, que pueden asustar a los papás. Queremos que sepas que si no vacunas a tu hijo no solo estás vulnerando su derecho a permanecer sano, sino que además pones en riesgo a quienes sí se vacunaron, es decir, también vulneras el derecho de los otros. Las vacunas son absolutamente seguras, y mucha de la información que los grupos antivacunas propagan no es real.
Aquí algunos datos que la SOCHIPE (Sociedad Chilena de Pediatría) comparte sobre la relevancia de la vacunación, mitos y verdades:
– El Sarampión cobró 2,6 millones de muertes en el mundo durante los años 80.
– Nadie muere en Chile por Sarampión desde 1993.
– Gracias a las vacunas se ha logrado bajar en 99% los casos de polio en todo el mundo.
– Chile: en 1961 había 360 casos mensuales de poliomelitis. Gracias a la vacuna no tenemos casos desde 1975.
– La mayoría de las mujeres sexualmente activas estarán expuestas en algún momento de su vida al VPH. En Chile, cerca de 600 mujeres mueren al año por esta enfermedad. El uso de esta vacuna está aprobado en 132 países.
– El Coqueluche ocupa el quinto puesto entre las causas de muerte prevenibles por vacunas.
– 90% de las muertes de Coqueluche ocurren países en desarrollo, mayormente lactantes no vacunados o con vacunación incompleta.
– El 80% de los lactantes bajo 12 meses, no presenta inmunización completa.
Mitos y verdades sobre la vacunación
Ya vimos lo ocurrido con el Timerosal y el huevo. Acá te dejamos otras creencias y te contamos si son verdades o hechos falsos:
1.- “Un alérgico alimentario no corre ningún riesgo al vacunarse”. VERDADERO.
- “Las vacunas no provocan efectos secundarios nocivos y de largo plazo”. VERDADERO.
3.- “Las vacunas no provocan efectos secundarios nocivos y de largo plazo”. VERDADERO.
4.- “Como ya se erradicó la enfermedad, no necesito vacunarme”. FALSO.
5.- “La gripe es solo una molestia, y la vacuna no es muy eficaz”. FALSO.
6.- “Las vacunas contienen mercurio que es peligroso”. FALSO.
7.- “No importa que no me vacune porque ustedes ya están vacunados”. FALSO.
Cuando nace un niño con Síndrome de Down, como cualquier niño, él debe asistir regularmente a su control con el pediatra para verificar que esté creciendo adecuadamente, y que se esté desarrollando al máximo su potencial para que sea feliz.
El pediatra en cada visita presta especial atención a las dimensiones que influyen en su desarrollo. Conversa con sus papás acerca de los hábitos y rutinas, y supervisa que lo estén estimulando adecuadamente para que pueda lograr sus objetivos.
Siempre en el control de niño sano se evalúan los aspectos de crecimiento y desarrollo, pero en los niños con Síndrome de Down se usan tablas especiales porque la velocidad de crecimiento es diferente, así como también los hitos del desarrollo psicomotor. Además, el pediatra está muy atento a la aparición de ciertas enfermedades que son más frecuentes tales como: malformaciones cardíacas, hipotiroidismo, problemas neurológicos o de la sangre, así como también, inmunológicos y problemas de vista, audición u ortopédicos. Para cada una de estas enfermedades existen estrategias de detección temprana que permiten darles tratamiento oportuno dependiendo de la edad y etapa del desarrollo.
Así, al nacer, a todos los niños con Síndrome de Down le realizan un ecocardiograma para conocer la anatomía de su corazón. También se hacen exámenes de sangre para descartar hipotiroidismo congénito, y son evaluados por un otorrino y un oftalmólogo quienes descartan problemas sensoriales. Posteriormente, el control rutinario debe incluir a todo el equipo de salud.
Otro aspecto importante que hay que evaluar es el tono muscular, ya que los músculos de los niños con Síndrome de Down no son capaces de sostener adecuadamente algunas partes de su cuerpo. De la misma forma, su desarrollo cognitivo es muy sensible a la estimulación, por ese motivo, los niños y sus familias deben asegurar una interacción efectiva continua y vincularse tempranamente a equipos de rehabilitación integrados por fisiatras, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos, sicólogos y sicopedagogos.
Para que las personas con Síndrome de Down alcancen la mejor calidad de vida posible se debe procurar que participen activamente en sus comunidades, permitiéndoles relacionarse con sus pares, desarrollar autonomía y, de esta forma, validarse en la sociedad. Por esto, es recomendable incorporarlos tempranamente a jardines infantiles, colegios y, posteriormente, a formación técnico profesional para propiciar la inclusión efectiva.
El desarrollo de las potencialidades de los niños no está determinado por un grado de Síndrome de Down, sino que exclusivamente por el compromiso de la familia y la comunidad con el crecimiento y desarrollo del niño que le permitirán integrarse plenamente en la sociedad
El nacimiento de un niño es motivo de felicidad para sus padres y familias. Todos se ponen contentos con la llegada del nuevo integrante y que esté sano y crezca bien es lo más importante para todos.
Para asegurar este proceso, los nuevos padres comenzarán a recorrer un largo camino en compañía del pediatra quien, periódicamente, irá evaluando al pequeño en diferentes áreas para cuidar, entre otras cosas, que siga su crecimiento dentro de la curva de peso y talla esperado. Así también como que su desarrollo sicomotor sea adecuado a la edad.
Luego de recién nacido y una vez que el niño abandona el hospital debe visitar a su pediatra cuando cumple su primera semana. Ese es el momento en que el doctor y su paciente se conocen y comienzan a entablar una relación. En esa visita, los padres deben contar al médico todos los antecedentes de embarazo: si tuvo algún problema, si nació de término y todos los hitos que marcaron la espera del niño. Si hubiera antecedentes de enfermedades familiares es el momento oportuno para contarlo puesto que algunos antecedentes obligan a descartar su presencia en los niños. También en el primer control se verifica la lactancia materna, el color amarillo de la piel (ictericia) y el resultado de los exámenes tomados al nacer: fenilquetonuria (PKU) e hipertiroidismo congénito (TSH).
El siguiente control se realizará una semana después y así hasta que el pequeño cumpla su primer mes, etapa en la que se verifica el aumento de peso con la lactancia materna. Luego de este plazo la visita para control de niño sano ya no será tan seguida, pero no deben olvidar de asistir mensualmente a la consulta hasta que cumple los 6 meses, etapa muy importante para indicar las primeras vacunas, vitaminas y fierro cuando corresponda. También llegado el momento, se indicará que le realicen una radiografía de caderas para descartar displasia. Después del sexto mes, los controles se comienzan a realizar cada 2 meses. En esta visita se empieza a incorporar la alimentación complementaria: papillas y postres. Al cumplir los 12 meses los tiempos se van espaciando, pero sin dejar nunca de acudir al pediatra. Primero, cada 3 meses hasta el año y medio y, luego, por lo menos cada 6 meses hasta cumplir dos años. De ahí en adelante la visita a la consulta, si es que el niño está sano, es una vez al año.
Pero, ¿por qué ir tantas veces a la consulta? Principalmente, porque es ahí donde se puede evaluar que el niño esté sano y crezca bien constatando, con el examen físico, que no haya ningún signo de retraso en su progresión nutricional, o sea, que aumente bien de peso y crezca adecuadamente. En caso de que esto no sucediera, será el pediatra el que mejor oriente a los padres en la búsqueda de las causas. Estas pueden ir desde simples problemas de lactancia (lo más frecuente) hasta problemas más complejos como cardiopatías, problemas endocrinos, problemas renales u otras complicaciones que podrían explicar el retraso del crecimiento. En cada caso, será él quien mejor pueda indicar los tratamientos para superar alguna de esas situaciones. Tan importante como el aspecto nutricional es evaluar que se estén cumpliendo las etapas del desarrollo sicomotor de manera adecuada. Que empiece a balbucear, a interactuar con personas y juguetes, que gatee y, en definitiva, que vaya cumpliendo con los hitos de su desarrollo de manera acorde, armónica y progresiva.
Entonces, cada vez que el niño asista con sus padres a la consulta del pediatra comenzarán con una pequeña conversación para saber cómo ha estado durante el tiempo que ha pasado. Se revisan aspectos básicos del día a día como alimentación, deposiciones, cuidado de la piel, algunos hitos del desarrollo, entre otras cosas, para luego realizar un acucioso examen físico en el que lo medirán y pesarán. También se evalúa el crecimiento del cráneo y se realizan pruebas de desarrollo motor. Además, el doctor observará sus ojos, oídos, garganta, estómago, genitales y escuchará atentamente el corazón para asegurarse de que todo vaya en orden.
Con todos estos exámenes se realizan los diagnósticos: nutricional, del desarrollo psicomotor y eventualmente algún diagnostico específico si estuviera enfermo. En función de ellos, se conversan las indicaciones que deberán seguir los padres hasta el próximo control. En ellas, el pediatra se asegurará de que el niño cuente con todo lo necesario para crecer y desarrollarse correctamente. Por lo tanto, indicará qué debe comer de acuerdo a la etapa de crecimiento. Desde la lactancia hasta la introducción paulatina de alimentos sólidos. También indicará los suplementos vitamínicos que debe recibir para completar su dieta. El doctor seguirá un estricto plan de vacunación que es la estrategia principal para controlar enfermedades infecto-contagiosas que pueden ser graves para los niños. Muy importantes también serán las indicaciones que dé para la estimulación del desarrollo sicomotor de acuerdo a los objetivos de cada edad, así como también las advertencias sobre conductas de riesgo propias de cada edad.
La consulta pediátrica es también una buena instancia para hacer conscientes a los padres de la necesidad de estimular hábitos saludables en sus hijos y de que estos se vayan incorporando a la rutina familiar. Ya sean hábitos alimentarios, actividad física, higiene de sueño, y hábitos sociales que les permitan integrarse de manera adecuada a cada etapa del ciclo vital.
Durante todo el proceso es MUY importante que los padres sientan la confianza de preguntar todas sus dudas, y las vayan resolviendo, así como también discutir las perspectivas de la crianza,para que puedan, en conjunto con el pediatra, elaborar un plan de acción que permita un adecuado crecimiento y desarrollo del niño, siguiendo las indicaciones acordadas hasta el próximo control
Fernando.gonzalez@cirupedia.cl
El frenillo del labio superior es una membrana carnosa que continúa la línea media del labio superior hasta llegar a la encía, metiéndose entre medio de los incisivos superiores lo que provoca una diástasis o separación entre ellos.
Esta malformación no supone un problema en el desarrollo de los niños, pero sí representa una complicación desde el punto de vista cosmético y odontológico, además de poder provocar algún retraso en la adquisición del idioma castellano producto de la imposibilidad que tienen los pacientes para articular determinados sonidos que suenan como balbuceantes o asemejan un silbido.
La corrección del problema es quirúrgica y se realiza mediante la técnica de la Z en la que se marca esa letra, abarcando la encía de los incisivos superiores y el frenillo. Entonces, se hace una incisión longitudinal como dividiendo en dos láminas el frenillo, con la Z a cada uno de los lados lo que representa dos ángulos de 60 grados. El cirujano abre los ángulos con un láser e invierte la orientación dela Z al intercambiar las esquinas, con eso logra interponer tejido sano en la zona que estaba estrecha provocando su alargamiento, y la desaparición del frenillo entre medio de los dientes.
Es una cirugía corta, que demora alrededor de media hora, y que es muy bien tolerada por los pacientes. Se realiza con anestesia local y de forma ambulatoria pues casi no presenta complicaciones debido a que muy rara vez sangra y los puntos de la sutura se eliminan solos.
Los pacientes que son sometidos a esta intervención a veces pueden requerir tratamiento de ortodoncia para lograr el cierre completo del espacio que había entre los incisivos superiores
Consiste en una malformación genética que es el resultado de una fusión embriológica incompleta. Aparece por delante de la oreja a uno o ambos lados y su apariencia es la de un pequeño orificio. Por dentro está formado por un pequeño conducto muy estrecho el cual no se logra ver externamente y que, por lo general, termina en un fondo de saco asemejando a una botella que puede generar sudor y grasa.
Si bien la fístula está presente desde que el niño nace, habitualmente no genera ningún síntoma y, por lo tanto, no hay molestias. Sin embrago, en algunos casos la grasa acumulada se puede infectar y transformase en pus lo que representa un problema mayor para los pacientes afectados que deben tratarla con antibióticos y antiinflamatorios. Una vez que la fístula se infecta es altamente probable que los cuadros se repitan con frecuencia por lo que la solución definitiva es quirúrgica. Si bien este procedimiento no es urgente sí se debe realizar una vez que la infección haya desaparecido para evitar la recidiva.
La operación consiste no sólo en cerrar el orificio, sino que es importante resecar el conducto completo para evitar la acumulación de materia y que esta se vuelva a infectar sin posibilidad de salir. Entonces, se hace una incisión alrededor de la fístula y se extrae esta estructura con forma de botella. Algunos especialistas recomiendan realizar un contraste con azul de metileno, pero en caso de que la fístula se abra teñirá la zona completa y será difícil precisar dónde se encuentra. Por lo tanto, la recomendación actual es marcar el fondo de saco con una guía plástica que guiará el camino del cirujano hasta poder ligar la base de la fístula.
El procedimiento es breve y no tiene mayores complicaciones. Los niños reciben anestesia general inhalatoria y la hospitalización es ambulatoria. Si la cirugía se realiza en el momento en que no existe infección, la probabilidad de que reaparezca la fístula es muy baja. Sin embargo, cuando se opera a los pacientes en el curso de la infección es altamente probable que haya recidiva
La lesión que pueden provocar los rayos de una bicicleta en los pies o tobillos, hace referencia al grupo de heridas que se producen en el momento en que un niño introduce accidentalmente su pie en el interior de una rueda de bicicleta en movimiento, de manera en que el pie queda atrapado y genera una caída.
Este tipo de lesión es bastante frecuente en niños entre los 2 y los 6 años de edad, siendo un motivo habitual de consulta en los Servicios de Urgencia o consultas médicas.
La lesión ocurre en aquellos niños que son transportados en la parte trasera de la bicicleta o sentados en el tubo superior del marco de la misma con los pies colgando, sin implementos adecuados de seguridad. Según un artículo escrito por Di Prieto y otros autores en la revista de post grado de la cátedra de medicina, se describen 2 mecanismos de lesión. El primero sucede cuando el tobillo queda atrapado y se comprime entre los rayos de la rueda y la horquilla de la bicicleta y, el segundo, se produce al momento de liberar el pie del paciente de la rueda del vehículo.
La gravedad de las heridas que se producen por esta causa varía de acuerdo a distintos factores como la edad del niño, la velocidad al momento del accidente, la posición del pie al momento del trauma, el tipo de calzado que llevaba puesto el paciente, el lugar en el que este se encontraba sentado y los primeros auxilios realizados una vez ocurrido el accidente.
El espectro de estas lesiones puede ir desde una herida simple con una contusión menor o pequeña “peladura” hasta la presencia de fracturas complejas del tobillo con compromiso de la articulación y de las partes blandas.
Una vez producido el accidente el paciente debe recibir una atención médica adecuada, ya sea en un servicio de urgencia pediátrico o en la consulta de un especialista, para evaluar la gravedad de las heridas de piel y tejidos más profundos, además de descartar lesiones asociadas como esguinces o fracturas. Ante la sospecha de fractura, el paciente debe ser evaluado por un traumatólogo infantil, quien solicitará una radiografía para definir el diagnóstico y determinará el tratamiento correspondiente.
Dependiendo de la gravedad de las lesiones, existirán distintas alternativas de tratamiento, puesto que estas pueden presentarse con profundidades variables y, en ocasiones, existir tejido muerto (necrótico) producto del trauma. En este sentido, cobra importancia prevenir la aparición de una eventual infección.
Si la lesión es pequeña y no existe gran cantidad de tejido lesionado, ni signos de infección, es posible tratarla de forma ambulatoria, con curaciones que tengan por objetivo buscar la cicatrización dirigida de la lesión. Este proceso puede demorar incluso 3 semanas, y requiere mantener al paciente en reposo con curaciones periódicas.
Si la lesión involucra tejidos profundos, no existe posibilidad de cicatrización espontánea, existe infección o el tejido necrótico es significativo; es necesario el tratamiento quirúrgico. La reparación de una lesión puede requerir una o más cirugías para conseguir el cierre definitivo de la herida.
El objetivo del tratamiento consiste en extirpar todo el tejido necrótico y en mal estado, y posteriormente cerrar la herida, ya sea por medio de colgajos de piel o por injertos de piel, dependiendo básicamente del tamaño del defecto o de la presencia de lesiones asociadas.
Este tipo de lesiones son una causa importante de ausentismo escolar, puesto que en general la resolución de la lesión puede tomar al menos 15 días y en ocasiones varias semanas.
Como recomendación es importante recordar el uso de sillas especiales para bicicleta que transporten de forma segura a su hijo o hija. Así podrá Ayudarnos a prevenir estos accidentes.
Soy médico pediatra por profesión y vocación. Egresé de la Universidad de los Andes como médico en el 2011 y como pediatra el 2014, y quedé vinculado al equipo académico de esa casa de estudios haciendo clases a los alumnos de pregrado de medicina en los ramos de Pediatría y Salud Pública.
Comencé mi carrera profesional en la Unidad de Paciente Crítico del Hospital Exequiel González Cortés, hospital pediátrico público del sector sur de Santiago. En ese equipo trabajé durante casi 3 años. Posteriormente, junto con un grupo de colegas, asumimos el desafío de armar un programa asistencial para los Niños y Niñas con Necesidades Especiales en la Atención de Salud (NANEAS), del mismo hospital. Esta posición me ha llevado a involucrarme activamente en los procesos de rehabilitación de mis pacientes y me hizo ver la gran necesidad que tenían los niños de recibir apoyo en este sentido y, por lo tanto, junto a un gran grupo de profesionales nos la jugamod por la creación de la Unidad de Rehabilitación del hospital. Es esta unidad la dirijo hasta el día de hoy. Además, trabajo en la Clínica MEDS como pediatra deportólogo y en el Hospital Josefina Martínez, atendiendo a niños con problemas respiratorios crónicos.
En mi desarrollo profesional, he realizado postgrados en Medicina Deportiva en la Universidad Católica, así como también un Magíster en Salud Pública en la Universidad de Chile. Además, realicé un fellowship en cardiología infantil en el “Great Ormond Street Hospital” de Londres.
Actualmente participo de manera activa en Sociedades Científicas tales como la Sociedad Chilena de Pediatría, en especial en las ramas de NANEAS, Medicina Deportiva y Pediatría Social; y también, en el Departamento de Políticas y Estudios del Colegio Médico, en donde identifico un espacio para poder brindar una mejor salud pública: digna y de calidad, para todos los chilenos.
Me gusta ser pediatra, porque al trabajar en esta etapa del ciclo vital, se puede influir positivamente con pequeños cambios en la vida de una persona y acompañar el proceso de conformación familiar. Al trabajar con una perspectiva integral con la familia y comunidad, haciendo pequeñas modificaciones respecto a conductas y hábitos saludables, se puede facilitar un adecuado crecimiento y un desarrollo en armonía y felicidad.
Soy Cirujano pediatra. Formo parte de la segunda generación de médicos de la Universidad de Santiago de Chile, un hecho que impactó positivamente en mi formación profesional, motivo por el cual continué mi especialización en la misma casa de estudios.
Siento especial interés por la cirugía reconstructiva, particularmente el tratamiento de los pacientes quemados y de trauma, especialidad que conozco desde antes de formarme como médico, a través de mi padre, uno de mis grandes maestros.
Esta motivación y la vocación de servicio me llevó, desde mis inicios como cirujano pediátrico, a desarrollarme en el campo de la cirugía plástica infantil y los pacientes quemados. Es así que puedo decir con mucha satisfacción y orgullo que llevo más de 13 años dedicado al tratamiento de estos pacientes.
A principios del año 2005, durante mis inicios como especialista, colaboré en el desarrollo de la Unidad de Quemados del Hospital Félix Bulnes y la creación de un banco de piel, fueron años de un gran crecimiento profesional.
Años más tarde, el 2007, acompañé a mi padre en un gran desafió que condujo a la creación de la actual unidad de Quemados de Clínica Indisa, lugar donde además desarrollé experticias en el tratamiento de pacientes quemados adultos, y donde trabajo hasta el día de hoy.
El 2009 acepté otro gran desafío, llegué a trabajar a la Unidad de Quemados del Hospital Exequiel González Cortés, lugar donde he tenido la valiosa oportunidad de tratar cientos de pacientes y colaborar en su recuperación. Siempre he buscado obtener los mejores resultados estéticos y funcionales, así como minimizar las secuelas y favorecer la reintegración social. Actualmente me desempeño como Jefe de dicha Unidad.
Una permanente curiosidad y el anhelo de intentar aportar desde mi experiencia, ha motivado mi participación en diversas sociedades científicas, tales como la Sociedad Chilena de Quemaduras, La Sociedad Chilena de Trasplante, de la que formo parte del Comité científico como jefe del Departamento de Tejidos y, por último, la Sociedad Chilena de Cirugía Pediátrica, donde actualmente ocupo el cargo de Presidente de la Rama de Cirugía Plástica y Quemados.
Dentro de mis grandes pasiones están la docencia, leer, aprender y dibujar. Disfruto al enseñar, compartir y reflexionar experiencias, esto me ha llevado a participar en la enseñanza de alumnos de pre y posgrado en la especialidad en diversas Universidades, tales como la Universidad de Chile, Universidad de Santiago de Chile, Universidad Mayor y Universidad Andrés Bello.
El dibujo siempre ha tenido un espacio importante en mi vida y, en el último tiempo, he tenido la oportunidad de reunir el amor por esta disciplina y la enseñanza a través de historietas digitales conocidas como “las aventuras de Arnol”. Esta tiene como objetivo democratizar el conocimiento científico.
En definitiva, llevo 13 años recorriendo un camino largo, apasionante, enriquecedor, muchas veces complejo, otras estresante, pero siempre acompañado de mi familia, amigos, colegas y nuestros pacientes. Así el camino se hace más ligero, aún más, cuando amas lo que haces.
Consiste en una protuberancia de la piel ubicada en la entrada del pabellón auricular que está relacionado con algún defecto en la formación del macizo facial. Este proceso tridimensional es muy complejo debido a que el feto cuenta con variados pliegues orientados de forma diferente los que, finalmente, deben converger en la línea media. Por lo tanto, la aparición de los papilomas es bastante frecuente.
Lo usual es que el médico detecte la presencia del papiloma en la atención que se realiza al recién nacido en la sala de parto, de no ser así los padres deben informar a su pediatra en el control para descartar que la presencia de esta protuberancia esté relacionada con otros cuadros médicos como sordera o afecciones renales. Sin embargo, la mayoría de las veces no existe mayor importancia en la aparición de ellos y solo adquieren relevancia cuando los niños comienzan a socializar y tienen problemas escolares con sus compañeros producto de los efectos cosméticos.
El tratamiento es quirúrgico, sin embargo no es una operación urgente ya que es netamente electiva. Con anestesia general se hace una incisión que rodea la base papiloma, asemejando la forma de un ojo en sentido dpatricioherrera@cirupedia.clel eje longitudinal de la oreja, para que una vez que se reseque la protuberancia el cirujano pueda suturar siguiendo la línea de la cara logrando que la cicatriz no se levante ni se note.
Habitualmente el papiloma se suele presentar en un solo lado y que el paciente tenga un solo ejemplar, pero se dan casos en que aparecen protuberancias bilaterales y múltiples. En esas situaciones se recomienda el tratamiento quirúrgico para evitar que el niño se pase a llevar o se haga heridas que pueden infectarse al tironearlo y rasguñarlo.
El procedimiento quirúrgico es simple, corto y de hospitalización ambulatoria puesto que no presenta mayores complicaciones.
El frenillo sublingual es una membrana mucosa que une la lengua al piso de la boca y permite su movimiento hacia afuera. En algunos niños, esta estructura es demasiado corta y tirante lo que impide que se mueva normalmente, lo que se conoce como anquiloglosia. La punta de la lengua está fija de forma tal que cuando la empujan para sacarla fuera de la línea de los dientes salen los lados musculares y el centro tiene una ranura fija, asemejándose a un corazón.
La anquiloglosia no supone una problemática para el desarrollo del niño pues, en general, podrá alimentarse bien y crecer saludable. Sin embargo, sí presentará un problema en cuanto a la adquisición del lenguaje, pues lo niños tendrán dificultades para pronunciar aquellos fonemas en los que es necesario que la punta de la lengua toque arriba, tal como el caso de la letra R. Es en esa instancia cuando se puede presentar como un dilema escolar en el que la intervención de un fonoaudiólogo no es suficiente.
La corrección definitiva para esta malformación supone un procedimiento quirúrgico que antiguamente se hacía en la consulta del doctor, pero hoy se realiza de forma ambulatoria en un pabellón bajo anestesia local. Es una cirugía bastante simple, con bajo riesgo de sangrado y buena tolerancia por parte de los pacientes, los que en unos pocos minutos quedan con el problema resuelto.
La cirugía consiste en cortar con un láser el frenillo original para darle movilidad a la lengua. En caso de que el tejido no sea lo suficientemente largo se procede a una cirugía un poco más larga en la que se dibuja una z y se cortan ambos ángulos para luego invertirlos y lograr así que la membrana se estire unos cuantos centímetros. Esa intervención requiere de algunos puntos, a diferencia del corte láser que no necesita de suturas. El niño en ambos casos va a desarrollar un tejido cicatricial que es una línea más larga que el frenillo que tenía originalmente y que le permitirá sacar la lengua de forma normal.
Los niños que se someten a este procedimiento generalmente van a tener que recibir de forma adicional tratamiento con un fonoaudiólogo puesto que el lenguaje hablado es un mecanismo articulado basado en repeticiones y como están acostumbrados a hacerlo de una manera incorrecta necesitan de entrenamiento para aprender a decir los fonemas adecuadamente.
La atresia esofágica es una malformación en la que falta un segmento del esófago, interrumpiendo completamente el túnel. Este defecto congénito es incompatible con la vida puesto que impide la alimentación de los pacientes, por lo que su resolución precoz se constituye como una urgencia médica tanto para los neonatólogos como para los cirujanos infantiles.
Puede ser una malformación aislada, pero en algunos casos forma parte de un síndrome malformativo mayor que compromete otros sistemas como el renal, cardíaco, vertebral o ano- rectal. Ese es el caso de los niños que presentan síndrome de Vacter o VacterL, que representan el 20- 30 por ciento de los diagnosticados con atresia de esófago, quienes tienen 4 o 5 malformaciones congénitas en sistemas mayores.
Hay diferentes tipos de atresia y la capacidad de diagnóstico dependerá de su clasificación. Así, las atresias sin fístula se pueden diagnosticar antenatalmente a partir de las 20 semanas de gestación mediante una ecografía. Por su parte, las con fístula solo pueden ser detectadas en la atención inmediata al recién nacido cuando la matrona, como parte de los cuidados básicos, le pasa una sonda por la boca y esta se queda atascada a unos 8 a 11 centímetros de la arcada dentaria. En ese caso, se fija la sonda en el lugar y se saca una radiografía que muestra el esófago dividido en dos cabos ciegos. Por otro lado, las atresias que se presentan en H son diagnosticadas a partir del año y medio de vida cuando el paciente ha presentado neumonías a repetición.
Dentro de la clasificación de las atresias, la más común es aquella que se presenta con fístula en el cabo distal, es decir, el tubo que se encuentra cercano al estómago. Una fístula se describe como la comunicación anormal entre un tubo y una cavidad, en este caso, el cabo inferior del esófago y la Carina, que es la división hacia los bronquios. El problema para el recién nacido radica tanto en la incapacidad para alimentarse, producto de que el esófago está incompleto, como en el peligro de que los bronquios reciban los jugos gástricos que el niño producirá reflejamente, y que podrían causarle problemas respiratorios graves. Otra variante de la atresia con fístula es aquella que presenta la comunicación anormal en el cabo superior del esófago, en ese caso, la unión se produce con la laringe. El peligro se produce cuando el recién nacido secreta saliva que inunda el cabo superior y filtra hacia la laringe que, finalmente, también inundará el árbol bronquial.
Por otra parte, existen las atresias sin fístula en las que se observan los dos cabos completamente separados y sin comunicación con ninguna cavidad anormal. Esta malformación tiene una incidencia menor que la descrita anteriormente, pero también existen diferentes tipos. El diagnóstico más común es en el que, a través de una radiografía, se puedan apreciar tres vértebras de la columna como medida de separación entre el cabo superior y el distal, pero si la distancia entre ellos es mayor se le denominará como “long- gap” y el tratamiento será diferente.
Un tercer tipo de atresia se conoce como fístula en H. En este escenario no existe estrechez del tubo, pero sí se presenta una comunicación anormal entre el esófago y la tráquea. En ese escenario es muy difícil de que el diagnóstico se haga de recién nacido y solo es posible de detectar cuando el niño de un año y medio o dos ha tenido neumonías a repetición.
Cuando nace un niño con diagnóstico de atresia de esófago la reparación debe ser lo más inmediata posible, sin embargo, antes de intervenir es necesario estudiar si el recién nacido presenta malformaciones cerebrales, cardíacas o renales que sean incompatibles con la vida. Una vez que estas son descartadas se debe realizar la cirugía entre las 24 y 36 horas después del parto. La atención inmediata considera medidas para poder alimentarlo, el bloqueo de los ácidos y tratamiento antibiótico, además, se introduce una sonda reploch que tiene doble función. Por un lado, introducir suero fisiológico a través de un tubo para que la sonda no se pegue a la mucosa y, por otro, aspirar la saliva para que no entre al árbol bronquial. Cómo sigue el tratamiento dependerá, una vez más, de la clasificación a la que corresponda el cuadro.
En las atresias con fístula la reparación se puede hacer tanto de forma tradicional como a través de toracoscopía que es mínimamente invasiva, sin embrago, los cirujanos hoy prefieren la vía abierta porque tienen una mejor sensibilidad de los tejidos que deben unir. La cirugía consiste en entrar a través de las costillas para abrir el tórax de manera de poder identificar el esófago y cerrar la fístula pegada a la tráquea, el canal que sobra se usa para reconstruir el esófago que queda un poco más estrecho en la parte distal, pero tiene una buena respuesta por parte de los enfermos.
En la atresia de esófago sin fístula el cirujano entra a través de la gastrostomía y sube por el esófago lo más arriba que puede con un instrumento. Una vez ahí se toma una radiografía y se puede calcular, usando la columna vertebral como medida, la distancia entre el cabo distal y el superior.
Cerca de la mitad de los pacientes sin fístula pueden ser reparados en una primera cirugía siempre y cuando la distancia entre cabos sea de una o una y media vértebra. En ese caso, se liberan ambos extremos y con un poco de presión se pueden unir con una sutura. La otra mitad de los pacientes debe seguir un procedimiento un poco más largo cuando tienen una separación de los cabos mayor a tres vértebras, lo que se conoce como “Long GAP”.
Se ha descrito que por el solo hecho de ejercer presión negativa en cada uno de los ciclos respiratorios se acercarían los cabos de forma espontánea, por lo que se esperan seis semanas alimentando al niño a través de gastrostomía y aspirándolo con la sonda reploch hasta que ambos extremos alcancen su menor distancia. Una vez transcurrido este tiempo se vuelve a pabellón y se introduce un instrumento por la boca y otro por la gastrostomía, si al ejercer un poco de presión ambos cabos quedan separados por una o una y media vértebra se puede operar y cerrar el esófago. Si no se logra esa distancia mínima, y los cabos quedan más separados, no habrá otra opción más que construir el esófago que falta. Existen varios tipos de procedimientos siendo el más común la livaditis.
En los casos en que la separación de los cabos supera las 4 o 5 vértebras, o en aquellos en los que simplemente no existe esófago, la forma de reparación es una cirugía avanzada que consiste en el reemplazo esofágico con estómago o colon. El con mejores resultados es el reemplazo con estómago puesto que se liberan los dos pedículos superiores y a través de un túnel en el mediastino, se pasa por detrás de la tráquea, uniéndolo al cuello. El reemplazo con colon se ha hecho mucho en Chile, porque anatómicamente está ubicado casi como el reemplazo natural del esófago, con solo girarlo 90 grados se conecta bien y sin demasiado esfuerzo, pero tiene el inconveniente de que como es un órgano distensible, con el paso del tiempo comienza presentar curvaturas que hacen muy difícil tragar. Además está lleno de bacterias que provocan muy mal olor, y por lo tanto, son pacientes que tienen serios problemas de halitosis.
Los pacientes que presentan fístula en H son niños mayores que debido a la repetición de neumonías se les realiza una fibronoscopía que entra a la tráquea y ve que en los bronquios hay un pequeño orificio que representa la forma de un ojo. Este se llena de comida a través de la fístula provocando tos e irritación en el paciente. Generalmente la intervención se hace por el cuello hasta llegar al opérculo torácico que es la unión entre el cuello y el tórax. Desde el punto de vista quirúrgico es un procedimiento relativamente simple, pero tiene el inconveniente de que tiende a reabrise y hay que volver a operar.
Una vez realizada la cirugía se deben esperar entre 5 a 7 días para corroborar que la reparación no filtre. Al niño despierto y sin ventilación mecánica se le suministra un trago de bario y se observa, con el cirujano presente, que ninguna gota del medio contraste salga del esófago. Si todo sale bien, el niño es dado de alta y puede empezar a comer, aunque queda con tratamiento antiácido y frecuentes controles contrastados durante los primeros años para corroborar que la cicatriz no se estreche.
En caso de que la cicatriz se estreche, se debe dilatar el esófago mediante el uso de una sonda con calibre progresivo que se introduce bajo los efectos de la anestesia general a través de una endoscopía. Esta bujía se va abriendo en la medida en que el cirujano va avanzando a lo largo del túnel hasta lograr el diámetro adecuado. El procedimiento debe realizarse en manos de un experto porque si la presión es mucha se puede romper el esófago lo que provocaría una complicación mayor.
Los pacientes que se someten a una reparación esofágica, si todo sale bien, tienen un buen pronóstico vital y pueden hacer una vida normal que incluye deportes y estudios regulares. Sin embargo, son niños que crecerán en el carril más bajo de su rango puesto que el tema de la alimentación siempre será un problema para ellos aunque aprenderán técnicas que les faciliten la tarea.
La atresia esofágica es una malformación en la que falta un segmento del esófago, interrumpiendo completamente el túnel. Este defecto congénito es incompatible con la vida puesto que impide la alimentación de los pacientes, por lo que su resolución precoz se constituye como una urgencia médica tanto para los neonatólogos como para los cirujanos infantiles.
Existen varios tipos de atresia de esófago, lamentablemente, solo la que se presenta sin fístula es posible de detectar antenatalmente a partir de las 20 semanas de gestación, a través de una ecografía prenatal en la que se mide un aumento del líquido amniótico, producto de que el niño no traga, sumado a que no es posible observar la burbuja gástrica, es decir, el estómago. Ambos indicadores presentes a la vez constituyen un 70% de probabilidades de que se esté frente a una atresia esofágica.
La atresia esofágica sin fístula, que es la más común de estas malformaciones, no tiene marcadores ecográficos precisos. Solo es posible de ser diagnosticada en la atención inmediata al recién nacido cuando la matrona introduce una sonda que queda atascada a los 10 o 12 cm desde la arcada dental. La mayor incidencia se da en aquellos niños que nacen pre término entre las 34 y 36 semanas de gestación. En los recién nacidos sanos, sin malformaciones diagnosticadas ecográficamente y que nacen de término a las 38 semanas, la probabilidad de que presente .
El diagnóstico antenatal solo permite a los padres recibir asesoría de parte de los cirujanos infantiles en el periodo prenatal, puesto que no se han realizado en el mundo intervenciones intrauterinas. La complejidad, por el tamaño de las estructuras, hace pensar que no es una técnica que se vaya a realizar en un futuro cercano.
Entonces, más que para intervenir, el diagnóstico prenatal sugiere que los padres conozcan al cirujano, que conversen sobre las opciones y alternativas, que decidan qué van a hacer, dónde va a nacer su hijo puesto que es fundamental que el parto se realice un centro asistencial con una unidad de neonatología que soporte al niño, porque es probable que nazca prematuro. Debe además ser un hospital que cuente con cirujanos infantiles capacitados pues la resolución de esta malformación, como ya se dijo, es urgente.
El diagnóstico prenatal entonces, es una invitación a los padres a tranquilizarse y mantener la observación para que, una vez que ese niño nazca, puedan seguir los pasos recomendados según cada caso.